Entre lágrimas

Entre lágrimas

Hace cuarenta años, Raúl Alfonsín hacía campaña con el Preámbulo de la Constitución y una consigna: “Con la democracia se come, se educa y se cura”. Aunque en su momento no voté por Alfonsín, siempre me gustó esa consigna. No solo era oportuna porque el país salía de una atroz dictadura militar, sino que trascendía su circunstancia al ser la reivindicación de un sistema político, más allá de quien ocupara la presidencia. En buena medida porque no hay democracia sin alternancia ni valores comunes que tienen que ver con la convivencia y el respeto hacia el prójimo.

A Alfonsín le fue mejor en la campaña que en el gobierno, pero otro tanto puede decirse de quienes lo sucedieron. Después de todo, lo mismo vale para cualquiera que gane una elección, ya que el resultado valida la estrategia: para usar un término del fútbol, no hay nada tan bilardista como la política. Pero, más allá de una segunda vuelta que parece una formalidad, la abrumadora victoria de Sergio Massa, del kirchnerismo o del peronismo en las elecciones del domingo pasado (elija el lector al ganador que prefiera), hacen pensar que detrás de ese éxito hay un conocimiento especial, una sabiduría conceptual y metodológica que excede la mera invención de un eslogan o la preparación para un debate televisado. Lo mismo se puede decir, en sentido inverso, de la abrumadora derrota de Juntos por el Cambio y de su candidata, Patricia Bullrich. La coalición opositora perdió diputados, senadores, intendentes y, según dicen muchos, hasta su razón de ser. Por ejemplo, el comentarista Carlos Pagni escribió que “el motivo más importante de unidad de Juntos por el Cambio, que es resistir la posibilidad de que en la Argentina se instale una especie de dictadura bolivariana, ya no está más”. (Un disparate doble, por cierto: ni un posible régimen bolivariano puede descartarse alegremente, ni la defensa de los valores que enunciara simplificadamente Alfonsín pueden ignorarse como sustento de la propuesta política de JxC).

No tengo la menor idea sobre las razones de una derrota tan devastadora y nada de lo que he leído hasta ahora me convence. No me parece que la culpa sea de determinado dirigente ni menos aun de los votantes. Lo único cierto es que me parece que Bullrich y su partido no supieron cómo llegarles a los electores. Y que el equipo de Massa, con el poder del Estado atrás, lo supo perfectamente, aunque el país está en un verdadero estado de desastre y en él no se come ni se educa ni se cura sino más bien se roba y se abusa. Por lo tanto, la clave de esta elección hay que buscarla, en buena medida, en el conocimiento. Un conocimiento que está en manos de algunos de un modo tal vez automático e intuitivo (el lugar común de que los peronistas saben hacer política tiene que ver con eso) y que para otros está oculto o es directamente inaccesible. Quiero decir que nuestro problema, el de quienes estamos destruidos por la catástrofe del domingo pasado, es que no sabemos qué tren nos pasó por encima. No sabemos cómo seguir sosteniendo los valores de la democracia frente a las fuerzas oscuras de la manipulación política. Y lo peor es que no sé si lo aprenderemos alguna vez. Así de mal están las cosas. Nótese que llego al final de esta nota sin nombrar a quien, en mi modesta opinión, no es más que una anécdota.

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