Massa en la derrota: «Javier Milei se va a tener que hacer cargo, le guste o no le guste»
«Ya está, es la que me tocó», dijo Sergio Tomás Massa cuando la derrota, categórica, no daba más chance de esperar alguna señal en contrario. Los números oficiales llegaron al búnker peronista ubicado en el barrio de Chacarita y el equipo más cercano al candidato presidencial esperaba ver su reacción para saber cómo continuar.
Massa fatigaba su teléfono celular, como siempre, en la oficina asignada en el Complejo C, unos 30 metros cuadrados que ocupaba con sus más íntimos. A su alrededor, estaba su mujer Malena Galmarini, quien maldecía la versión de que renunciaría a la conducción de AySA, algo que desmintió vía X (o Twitter). Eran unos pocos los intendentes de confianza: el de San Fernando, Juan Andreotti, estaba demudado, al igual que Nicolás Mantegazza (San Vicente) y Federico Achaval, de Pilar. Cecilia Moreau, fiel massista, observaba la hiperquinesia de su líder político con el teléfono.
«Que quede claro, no había nada más que hacer», repetía Massa delante de otros presentes privilegiados: Axel Kicillof y Máximo Carlos Kirchner. El gobernador reelecto tenía una oficina propia en ese búnker pero iba y venía al de Massa. Máximo se ubicó cerca de su amigo Sergio y lo acompañó: quienes conocen bien al hijo de Cristina Kirchner, dicen que en los momentos claves, opta por el silencio y su rostro no transmite nada. En cambio, el gobernador bonaerense reelecto rompía su mutismo para repasar lo que sucedía en el conurbano. No había caso: La Matanza y Almirante Brown eran de los pocos distritos donde se ganaba como imaginaba el peronismo.
El candidato presidencial no se alejó para llamarlo a Alberto Fernández: tanto su compañera Malena como Kicillof y Máximo escucharon cuando le mandaba audios al Presidente: «Alberto, tenés que reunirte ya con él y apurar la transición», le decía casi en tono de orden a Alberto Ángel Fernández. «Armá mañana una reunión urgente», le reclamaba al jefe de Estado. La escena también era observada por Wado de Pedro, quien es aún ministro del Interior del actual gobierno y que fue un compañero de ruta de la campaña massista.
Pero luego de mensajearse con el Presidente, Massa estalló en la intimidad: «Javier se va a tener que hacer cargo, le guste o no le guste».
Y siguió: «Lo que hagamos, va a tener que estar validado por él», en relación a las medidas que deberán tomarse a partir del martes, cuando los mercados abran en la Argentina, tras el domingo electoral y el lunes feriado por el Día de la Soberanía Nacional. Hablaba como si él no fuera el ministro de Economía desde el 28 de julio de 2002 hasta la actualidad.
Como contó Santiago Fioriti en Clarín, el postulante decía por WhatsApp que esperaría «la reunión de Alberto con Milei para ver si pido licencia» como ministro. Luego de eso, Massa se enfrascó en los números electorales. No podía creer que en distritos bonaerenses como Malvinas Argentinas, donde gobierna el peronista Leonardo Nardini, la Libertad Avanza empatara con Unión por la Patria.
«Perdimos Tucumán, la ola fue total», le dijo uno de sus colaboradores y Massa lo observó silente. El NOA defraudaba electoralmente al ministro-candidato, con una Salta (gobernada por su amigo Gustavo Sáenz) en la primera fila de las sorpresas (malas) para el peronismo.
Pero el dolor mayor, quizás, fue una mesa: la que votó el candidato presidencial: en la Escuela EP N° 34/N° 45, La Libertad Avanza obtuvo 145 votos votos, o sea un 58,94%. Massa perdía y lograba, además de su voto, solo 100 voluntades más; esto es, un 41,05%.
Un domingo de malas noticias.
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