Dónde queda tu casa
¿Cómo se filtran la violencia y el exilio en los libros, en las fotos, en las obras? Más allá del tango, ¿qué quiere decir volver? Estas y otras cuestiones se retoman al calor del aniversario redondo -40 años- de la recuperación democrática argentina. La temperatura emocional de dos encuentros madrileños sigue resonando en mí.
“Soy muy oscura escribiendo; no voy directo a los nudos, los bordeo. Mi literatura está toda rota, fragmentada. Mis familias están rotas”, analizó recientemente Fernanda García Lao, al participar de una mesa redonda junto a Clara Obligado y Ezequiel Pérez, organizada por la embajada argentina en España sobre narrativa y dictadura.
Escritora y dramaturga, García Lao partió al exilio desde Mendoza con su familia, siendo niña, en 1976. Teoría del tacto, su novísimo libro de textos breves publicado por Candaya, recrea esa experiencia que puso su mundo patas arriba: “Somos como un árbol al revés: las raíces al descubierto”, escribe en el conmovedor “Mis dos hemisferios”.
La intimidad marca también ciertas imágenes mentales. “¿Cómo no saqué esas fotos?”, se pregunta Dani Yako y desovilla el recuerdo de largas filas y la búsqueda de un teléfono público descompuesto, que por pocas monedas permitiera conferencias transatlánticas. El fotógrafo acaba de presentar exilio, 1976-1983 en España, donde se registraron muchas escenas del destierro forzoso que vivió junto a un grupo de amigos de veintipocos años, huyendo de los militares.
“Siempre pensé que mi obra había empezado a contar la Argentina en 1983, un libro sobre la campaña electoral que llevó a Alfonsín a la presidencia. Al armar exilio entendí que empecé a contarla antes: acá y con estas imágenes”, afirmó junto a Martín Caparrós, uno de los retratados y coautor del libro, quien lo acompañó en la presentación.
De ese grupo de amigos, Yako fue el único que con el tiempo se radicó en Argentina. Para García Lao, las estaciones fueron varias: “Cuando volví al país no me adapté: vine de nuevo a España y después, otra partida. Ahora llevo un año y medio en Barcelona. Por primera vez me siento cómoda en los dos lados. Antes había que elegir y se perdían cosas”, dice.
Cuando mis hijos añoran volver les cuento estas historias. Y también, que Kavafis enseñó que llevamos impresa nuestra ciudad; que nos nombra y la nombramos a cada paso. Construir una casa lleva toda la vida.
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