REIKIAVIK, Islandia — En una meseta islandesa azotada por el viento, un equipo internacional de ingenieros y ejecutivos está poniendo en marcha una innovadora máquina diseñada para alterar la composición misma de la atmósfera terrestre.
Si todo va según lo previsto, la enorme aspiradora pronto aspirará grandes cantidades de aire, eliminará el dióxido de carbono y encerrará esos gases de efecto invernadero en las profundidades de una piedra milenaria, gases de efecto invernadero que, de otro modo, seguirían calentando el planeta.
Apenas hace unos años, este tipo de tecnologías, que intentan rediseñar el entorno natural, estaban al margen de la ciencia.
Eran demasiado caras, poco prácticas y cercanas a la ciencia ficción.
La planta funcionará con energía geotérmica. Foto Francesca Jones para The New York Times
Pero con el agravamiento de los peligros del cambio climático y el fracaso del mundo para alcanzar sus objetivos de reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, se están convirtiendo en la tendencia dominante entre científicos e inversionistas, a pesar de las dudas sobre su eficacia y seguridad.
Nuevas herramientas
Los investigadores estudian maneras de bloquear parte de la radiación solar, y prueban si la adición de hierro al océano podría transportar dióxido de carbono al fondo marino.
También planean construir parasoles gigantes en el espacio.
Y con enormes instalaciones como la de Islandia, intentan reducir la concentración de dióxido de carbono en el aire.
Desde los albores de la era industrial, en aras de la industria y el progreso, los seres humanos hemos estado lanzando a la atmósfera enormes volúmenes de gases que atrapan el calor.
"Recipientes colectores" por donde se introduce el aire. Foto Francesca Jones para The New York Times
Se trata de una alteración del equilibrio atmosférico del planeta que hoy transforma al mundo, intensifica el calor, empeora las sequías y las tormentas, y amenaza el progreso humano.
A medida que los riesgos se hicieron más evidentes, los líderes políticos y empresariales se comprometieron a mantener la temperatura promedio del mundo en no más de 1,5 grados centígrados por encima de la registrada antes de la Revolución Industrial.
Pero durante varios meses del año pasado, el mundo superó ese umbral por poco tiempo.
El dióxido de carbono se bombea al lecho rocoso. Foto Francesca Jones para The New York Times
Se prevé que la temperatura del mundo aumente hasta 4 grados Celsius a finales de siglo.
Eso le confiere un nuevo peso a lo que algunos llaman geoingeniería, aunque sus defensores prefieren el término “intervenciones climáticas”. La esperanza es que con medidas como estas se pueda ganar algo de tiempo en un momento en que el consumo de energía va en aumento y el mundo no está dejando de usar los combustibles fósiles con la rapidez suficiente.
Polémicos
Muchos de los proyectos son polémicos.
Occidental Petroleum está construyendo una planta similar a la de Islandia. Occidental pretende utilizar parte del dióxido de carbono que capture para extraer más petróleo, cuya quema es una de las principales causas de la crisis climática.
Algunos críticos afirman que otros tipos de intervenciones podrían crear nuevos problemas al alterar los patrones meteorológicos o amplificar el sufrimiento humano por consecuencias imprevistas.
En efecto, se preguntan: ¿los seres humanos deberíamos experimentar con el medioambiente de esta manera?
En las profundidades del subsuelo, el gas se convierte en sólido, encerrándolo. Foto Francesca Jones para The New York Times
¿Sabemos lo suficiente para comprender los riesgos?
“Necesitamos más información para poder tomar estas decisiones en el futuro”, comentó Alan Robock, profesor de Ciencias Atmosféricas de la Universidad de Rutgers.
“¿Qué es más arriesgado: hacerlo o no hacerlo?”, se preguntó.
Un globo lleno de dióxido de carbono. Foto Francesca Jones para The New York Times
Otros argumentan que las tecnologías extravagantes o costosas harán perder recursos y tiempo o harán que la gente tenga la idea falsa de que será posible frenar el calentamiento global sin eliminar poco a poco los combustibles fósiles.
También existe el riesgo de que otros actores clandestinos se precipiten a cambiar el clima con sus propias iniciativas.
México ya prohibió la modificación de la radiación solar después de que una empresa californiana liberó dióxido de azufre en la atmósfera sin permiso.
La planta de captura de carbono de Occidental, conocida como Stratos, en construcción en Texas. Foto Ariana Gomez para The New York Times
Como estas tecnologías son tan nuevas, aún carecen de toda la regulación necesaria.
“Hay cuestiones mucho más importantes sobre quién decide cómo se coordina todo esto a lo largo del tiempo”, afirma Marion Hourdequin, profesora de Filosofía Medioambiental en el Colorado College.
Edda Aradottir se adentra en la nieve para inspeccionar la planta de captura directa de aire de Islandia.
Aradottir es directora ejecutiva de Carbfix, una compañía islandesa que trabaja con la empresa emergente suiza que construyó la planta, Climeworks.
Parte del dióxido de carbono de Texas se utilizará para extraer petróleo del subsuelo. Foto Ariana Gómez para The New York Times
El proyecto, que recibe el nombre de Mammoth, funciona con energía geotérmica limpia y es capaz de capturar hasta 36.000 toneladas métricas de dióxido de carbono al año y bombearlas al lecho rocoso.
Esto equivale a una millonésima parte de las emisiones mundiales anuales.
Pero a diferencia de los árboles, Climeworks promete almacenar ese dióxido de carbono para siempre.
Cuando Mammoth se ponga en marcha en las próximas semanas, será la mayor instalación de este tipo del mundo, aunque la cantidad de carbono que pueda absorber equivaldrá a un grano de arena en el desierto.
Cerca de Odessa, Texas. Foto Ariana Gomez para The New York Times
La planta de Occidental, que se está construyendo cerca de Odesa, Texas, será más de diez veces más potente que Mammoth, funcionará con energía solar y tendrá potencial para capturar y aislar 500.000 toneladas métricas de dióxido de carbono al año.
Utiliza un proceso diferente para extraer el dióxido de carbono del aire, aunque el objetivo es el mismo: la mayor parte quedará encerrada en las profundidades del subsuelo.
Aun cuando más empresas decidan empezar a compensar sus emisiones, hay maneras más baratas de hacerlo, como conservar los bosques y pagar por energías renovables.
Por ejemplo, capturar una tonelada métrica de dióxido de carbono mediante captura directa en el aire cuesta entre 500 y 1000 dólares, frente a los entre 10 y 30 dólares por tonelada que cuestan hoy la mayoría de los créditos de carbono.
El mundo empresarial es optimista.
El Boston Consulting Group espera que más empresas empiecen a comprar créditos para pagar la eliminación del dióxido de carbono y que más gobiernos fomenten esa compra.
En Estados Unidos y Europa, los gobiernos empezaron a subvencionar la construcción de las plantas.
Para 2040, BCG prevé que el mercado de las tecnologías de eliminación de dióxido de carbono pase de los 10.000 millones de dólares actuales a 135.000 millones.
El mercado de la captura directa de aire tiene detractores acérrimos en el mundo académico, los círculos activistas y otros ámbitos.
Marion Hourdequin: "No tenemos un gran historial" en materia de cooperación mundial. Foto Ariana Gomez para The New York Times
Algunos dicen que no es más que una estratagema de las empresas petroleras y de gas para prolongar la existencia de las mismas industrias responsables del calentamiento global.
Señalan las numerosas pruebas de que los intereses de los combustibles fósiles han trabajado durante años para restar importancia a la concienciación pública sobre el cambio climático y el hecho de que parte del carbono capturado se utilizará para la producción adicional de petróleo.
A medida que manipulamos deliberadamente el clima de nuevas maneras, surgen interrogantes.
Si el clima extremo actual y el aumento de la temperatura se produjeron sin querer,
¿qué podría ocurrir cuando empecemos a intentar controlar la atmósfera del planeta de manera activa?
“Es cierto que llevamos siglos alterando el clima con las emisiones de gases de efecto invernadero”, afirmó Hourdequin.
“Pero tratar de gestionar el clima de manera intencionada mediante la geoingeniería sería una empresa distinta, muy diferente del tipo de interferencia fortuita que hemos realizado hasta ahora”.
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