Intemperie Social Club
Votamos candidatos opuestos, o en blanco, y descubrimos hoy nuestra común pertenencia a un club. Intemperie Social Club.
Es el club de los que sabíamos que ganara quien ganase pasaríamos a ser opositores. Para impedir el triunfo de un candidato, tragamos el sapo de votar al otro. Los que no soportaron tragarse ninguno votaron en blanco. Creo que somos un buen montón. Nuestro perfil es el de opositores firmes y activos. Que al nuevo presidente la luna de miel se la concedan sus votantes.
¿Podremos convertirnos en opositores suaves y cerrar Intemperie? Milei podría sorprendernos. Yo lo dudo muchísimo. ¿Qué podemos esperar? Quizás haya un núcleo básico: qué le exigimos a Milei y le habríamos exigido a Massa.
Ejemplos: que haga profesión del pluralismo político (veo a Milei como un peligroso pichón de autócrata). Que recomponga la autoridad presidencial. Si cree en el sillón de Rivadavia pagará caro su inocencia. Que use la imaginación para atenuar la grieta, sin levantar sospechas de buscar hegemonía. Que respete a rajatabla a la Corte Suprema de Justicia y toda norma constitucional.
Que nomine un equipo económico solvente y cohesionado, no intoxicado por pócimas ideológicas y si cuenta con un liderazgo mejor; que mantenga distancia de este equipo (su fusible llegado el caso); que atienda la estabilización al menor costo posible de actividad económica.
Que haga del Banco Central una institución pública autónoma. Que encare bravamente el equilibrio fiscal sostenible. Que mantenga el gasto social, y emprenda reformas que lo tornen eficiente. Que se abstenga de hacer una política exterior basada en darse gustos. Y nos integre al mundo sin jueguitos para la galera y procurando adquirir capital de confianza hoy ausente. Ah, y dejar de lado las obsesiones, los TOC diplomáticos. Y baje el tono de la retórica (no lo hizo en su discurso del 19). Que jaquee los privilegios, pero no acometa contra auténticos derechos tachándolos de privilegios. Que restablezca el sentido de conceptos políticos como derechos humanos y garantías.
Pero, ¿y las reformas estructurales? ¿Por lo urgente dejamos de lado lo importante? El desequilibrio argentino es estructural. Pero, calma, mejor paso a paso. Lo importante, hoy, es lo urgente. La precipitación de expectativas de reparación puede ser muy fuerte; ¿cuánta paciencia social se puede administrar? ¿cómo negociará Milei la paz social?
Tocar el sistema tributario y el gasto público es de por sí una reforma estructural; implica trabajar sobre una filigrana entrando en conflicto no sólo con perdedores, minorías intensas que no será fácil acomodar, también con ganadores potenciales. Insumirá tiempo y exigirá tomar riesgos, aun en caso de cooperación política. Toda precaria estabilización se derrumbará sin ella. Pero las soluciones inmediatistas son fantasiosas, mágicas y malas (v.g. la dolarización).
Pero los argentinos somos realistas, pedimos lo imposible. Milei podría tomar decisiones institucionales de enorme impacto potencial, como los acuerdos institucionales y técnicos para la cooperación en políticas de mediano plazo.
Ejemplo: ¿Argentina incrementará su capacidad exportadora en los próximos años? Si no es una ilusión dorada, un peligro será el despilfarro oportunista, cortoplacista, de esos recursos. Se podrían elaborar acuerdos que establecieran restricciones para evitarlo. Extender los horizontes de las decisiones económicas mediante la cooperación no se puede decretar, ni declamar, es un trabajo.
No estoy pidiendo demasiado ni propongo objetivos incompatibles; sí difíciles. Pero si Milei rumbeara por ahí, los socios de Intemperie, creo, estupefactos, cerraríamos el club.
La Presidencia no necesita constituirse en una máquina, de corte totalitario, convertidora de sociedad en mercado. Ni usar la palabra de modos violentos que auguren la violencia física, como ha hecho Milei. Y, por favor, no nos convoquen a ninguna batalla cultural (“el futuro existe si es liberal”, etc.).
Pero, las condiciones políticas realmente existentes, ¿proporcionan incentivos para este camino? Hay motivos para no abrigar muchas esperanzas. Los activos de Milei son la Presidencia, su misteriosa fuerza política y el contundente (y personal) respaldo electoral y social logrado. Una gran isla de autoridad en un mar de dispersión del poder institucional: en el Congreso tiene poco y en provincias (¡por ahora!) nada. ¿Un autócrata por vocación navegando en ese archipiélago? ¿Se adaptará?
Tiene un espacio enorme para negociar. Si copta oportunistas, le irá bien en el corto plazo. Si negociara en serio, le iría mejor en el largo. Pero es una carrera contra el tiempo, sobre todo si decide no negociar: sus activos se desgastarán, y la perspectiva de un Congreso que lo ponga en tela de juicio podría emerger. En este camino, la tentación temeraria de una hiper concentración de poder en la Presidencia quizás asomaría. Habrá una crisis. De la hybris a la némesis.
Los actores políticos tienen un objetivo común: que a los que están a cargo les vaya mal para sustituirlos. La política no es así por doquier. Aquí domina la preferencia por que la situación sea mala (y más facilita hacérsela peor que cooperar) y que no haya confianza (se teme que si a alguno le va bien, se quedará para siempre). Esto no depende de que los políticos sean unos cabrones, los incentivos están mal puestos, y ¡lo hemos logrado entre todos!
Por lo que parece, Intemperie Social Club durará.
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