Periodismo, dame el nombre exacto de las cosas
Ya es 2023, y está huyendo el año, como alma que lleva el diablo consigo. Hace más de cuarenta años escuché decir a un periodista italiano, que entonces era aun un joven director de diarios, y además un filósofo y un narrador, Eugenio Scalfari, la frase más sencilla, y más promisoria, de todas las que escuché jamás acerca del oficio que nos ocupa la vida, el periodismo.
Ante un grupo de estudiantes que inauguraba la Escuela de Periodismo del diario El País, que entonces nacía, casi como el periódico, que fue fundado en 1976, Scalfari dijo: “Periodista es gente que le dice a la gente lo que le pasa a la gente”. Tomé nota; en aquel momento yo tenía poco más de treinta años, conservaba desde los trece la convicción que aquel maestro resumía en ese ramillete de palabras, pero jamás pensé que un día alguien iluminara el oficio con tanta sencillez y con semejante claridad.
Muchos años después, en 2010, cuando ya Scalfari estaba jubilado de su quehacer más importante, la dirección de La Repubblica, el gran diario romano, quise entrevistarlo. Me recibió en su despachito de exdirector, y me hizo subir y subir escaleras estrechas y sencillas. Me abría paso como un gentleman italiano, explicando a cada tramo: “Facio via”. Yo me sentí como aquellos alumnos ante el maestro, cuando éste decía (seguía diciendo) en mi memoria: “Periodista es gente que le dice a la gente…”.
La verdad es que todo había cambiado muchísimo, tanto que al periodismo (ya entonces, 2010) no lo conocía ni la madre que lo parió. Recuerdo que, cuando el periódico dejó de ser escrito y luego corregido y finalmente tirado como en la antigüedad, El País empezó a usar pantallas como espejos, y así, en pantallas que ayudaron a simplificar nuestra relación con los talleres, y finalmente a eliminar los viejos talleres e incluso los nuevos talleres, se hacían los diarios, como hoy en día.
Hoy en día puedes hacer un periódico desde la cama, e incluso desde debajo de la cama. Ya lo saben: a aquel periodismo, tal como se hizo cuando vivía hasta Ben Bradlee, no lo conocen estrictamente ni las madres que parieron a sus fundadores…
Ben Bradlee por cierto, me dijo por aquel entonces en Washington, ya próxima su muerte, sentado él en su despachito de periodista honorario, como Scalfari en Roma, que esa tecnología de la que yo le hablaba tendría su vida, sería larga, seguramente, “pero a mi no me tendrá en sus filas…”.
Su despacho, al contrario que el de su colega italiano, estaba lleno de reliquias, de nombres propios, de seres que habían nutrido su vida de periodista, tan legendaria que ni el tiempo ha podido borrarla, aunque imagino que Jeff Bezos, el jefe actual del Post, habrá disimulado tanta reliquia.
Pero, ya digo, Scalfari, que siguió hasta el final de sus días contando que periodista es gente, etcétera, tenía un despacho más austero, más inclinado a reinaugurarse cada día para darle la bienvenida a su teclado en marcha…
Cuando lo vi y luego me fue indicando por dónde se llegaba a su lugar de veterano venerado pero arrinconado donde le correspondía estar en la geografía intrincada del diario…, hasta que ya se sentó ante el ordenador y se preparó para que yo le contara qué quería de él, él era el Scalfari que no rendía sus armas de viejo periodista…
El día anterior a esta visita que él me aligeró con la caballerosidad que se le conoce él mismo había ampliado aquella definición del oficio que les había explicado cuarenta años antes, por lo menos, a los estudiantes de periodismo en el diario El País…
Había dicho en Turín, ante otros universitarios: “El periodismo es un oficio cruel”. Quería decir (y dijo) que en ese momento, 2010, el periodismo había dejado atrás sus obligaciones de verificación, se llevaba por la rapidez y por la desidia, no comprobaba, se limitaba a recoger rumores sin fundamento, y con esa amalgama de hilos hacía ovillos peligrosos que podían perjudicar a las personas o a las instituciones implicadas en la maraña de los inventos… “Il giornalismo”, les había dicho a los estudiantes de ahora, “è un mestiere crudele”.
La conversación iría luego por ambos derroteros, lo que dijo en Madrid, tantos años atrás, lo que dijo en Turín ayer mismo… Pero, mientras él se sentaba, su chaqueta inglesa, sus coderas para acomodar su estancia ante la máquina de escribir, su barba que parecía diseñaba por Armani, a mí me llegó una noticia al antiguo SMS, y como trataba de periodismo le dije que si se la podía leer. Claro que sí, me dijo.
Era la noticia sobre lo que acababan de concluir, sobre el futuro del oficio, unos profesores berlineses: el periodismo tal como lo conocíamos, el de papel, dejará de existir en 2023. Desde entonces tengo en mi memoria, y en mi vista, el comentario inmediato del exdirector de La Repubblica:
–¿Y en la noticia se dice a qué hora?
Pocas veces sonreía Scalfari, pero esta vez se le iluminó la parte de incredulidad o burla con la que su cara expresaba la ironía, y ya empezamos a hacer del periodismo real, el que no adivina sino que cuenta, nuestras tareas de entrevistador y de entrevistado.
Pasó el tiempo, tanto que pasó que aquel muchacho que lo había escuchado en Madrid diciendo que la esencia de este oficio es sencilla, se trata de contarle a la gente lo que le pasa a la gente, tiene 75 años, Scalfari se ha muerto sin ver fuera de juego el trabajo en el que él mismo se hizo legendario, y es el penúltimo mes de 2023 y el maldito periodismo de papel, por ejemplo, sigue su curso…
Cobra consistencia, pues, aquella pregunta del maestro cuando le conté lo que habían dicho aquellos académicos sobre el porvenir sin papel del oficio que nació pegándose a la pared para que la gente supiera lo que le pasaba a la gente… “¿Y dice la noticia a qué hora se acaba el periodismo de papel?”.
No cantemos victoria, sin embargo; las nubes del futuro vienen rasantes, y tienen como objetivo borrar del mapa los quioscos y sus consumidores, y es posible que en cualquier momento, pero no en 2023, no en 2023, sea cierto lo que Scalfari, lleno de ironía, posponía con la cara risueña del que ya había escuchado tantas profecías sobre el porvenir finito de la vocación que le dio de comer y que lo convirtió en un ser especial en un oficio de gente tan rara que vive de contar lo que le pasa a los otros…
Luego he leído muchos libros de periodismo, y siempre me acuerdo de Scalfari, y de aquella frase, y de Ben Bradlee, y de sus reliquias en la pared, y de aquel guarismo, 2023, que tanto dio que hablar en 2010…
Trece años después estoy escribiendo esta crónica, mi ilusión es verla impresa, también la buscaré en la web, naturalmente, pero qué pasará con el papel, qué haré con estas resmas, estos recortes que llenan mi cuarto, qué habrá pasado con la escalera en la que el maestro español más querido, Manu Leguineche, tenía en la escalera de su casa en Brihuega, donde almacenaba periódicos como si fueran las fotografías de viejos compadres que tenía Ben Bradlee en la pared…
2023. La fecha va a pasar. Hay un montón de papel riéndose de aquella profecía académica. Pero a nadie se le oculta que detrás de la risa viene la realidad vestida de melancolía.
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