Primeras fotos al desnudo de Javier Milei
Javier Milei y la Argentina están intentando acomodarse a un tiempo nuevo en el cual el denominador es una enorme incertidumbre. El presidente electo diagrama un espacio político, más allá de La Libertad Avanza, que le pueda garantizar gobernabilidad. La marea de votos que obtuvo en el balotaje le aseguran legitimidad de origen. Deberá trasladarla a una gestión que se anticipa en palabras disruptivas.
También resulta una novedad para los 40 años de la democracia que el presidente electo, aún con muchos vaivenes, continúe predicando cosas básicas que prometió en campaña. El ajuste fiscal que anuncia provoca sorpresa. No por la necesidad: habrá que ver cómo lo ejecuta sin deslegitimarse en el amanecer de su gobierno. Como discípulo de Carlos Menem que asegura ser, recurre a una receta distinta: el ex presidente, allá por fines de los 80, hablaba de “salariazo y revolución productiva”. Ninguna de esas cosas consiguió, aunque por años tuvo un resultado que cautivó a la opinión pública: el mazazo a la inflación. Dejó como legado político una frase discutible: “Si decía lo que iba a hacer, no me votaban”.
Los primeros movimientos de Milei denotan velocidades diferentes en dos planos. Se advierte una persona nueva en un ecosistema que lo pone al desnudo, mudando de ropa a cada rato. Parece costarle la definición del futuro gabinete recortado (apenas ocho ministerios) por las disidencias libertarias. También a raíz de la convivencia con los aliados principales del PRO, Mauricio Macri y Patricia Bullrich, cuyo aporte de votos resultó decisivo para redondear la paliza en que se convirtió el balotaje.
Su adaptación se observa más fluida en el terreno internacional. Adiós a los agravios contra el papa Francisco, a su irritación contra Lula da Silva o la fobia contra el presunto comunismo de China. No sólo habría que considerar el giro al pragmatismo. El roce político y social de Milei, desde que se zambulló en la vida pública, estuvo circunscripto al universo de la economía. O a la televisión que frecuentó en su bautismo. Una cosa es esa y otra, muy diferente, escuchar del otro lado del teléfono las voces de Su Santidad, de Joe Biden, de Emmanuel Macron, de la italiana Giorgia Meloni y hasta de Volodomir Zelenski, el presidente de Ucrania en guerra, invadida por Rusia. Imposible que no exista algún encantamiento.
En el acomodamiento influyeron, como siempre, su hermana Karina, Nicolás Posse, jefe de Gabinete, Guillermo Francos, ministro del Interior, y Diana Mondino. La próxima canciller se encargó de dos aspectos sensibles. Estuvo reunida con el embajador del gigante asiático, Wang Wei, que le entregó una carta de felicitación del poderoso premier, Xi Jinping. Mantuvo un diálogo con el canciller de Brasil, Mauro Vieira, para intentar distender el vínculo con el principal socio comercial de la región. Mondino está decidida a que se curse una invitación formal a Lula para la asunción de Milei. Dependerá del líder del PT venir o no.
La canciller estaría incluso dispuesta en los próximos días a visitar Brasilia. Para tratar de enmendar el desacople que produjo el apuro de Milei cuando mantuvo una conversación con Jair Bolsonaro. Lo invitó de inmediato a la ceremonia de asunción. Mondino intentaría restablecer un equilibrio que estima desbalanceado por las fricciones del presidente electo con Lula.
El armado del diseño político para la gobernabilidad, en cambio, manifiesta estados de alteración. Milei supuso que tendría unos días de miel para pensar su equipo. La tremenda crisis no se lo permite. En aquella alteración tiene que ver también el papel de Macri y el PRO. El ex presidente viajó a Arabia Saudita con una impresión. El mandatario electo no querría quedar atado a la posible paternidad que, por peso propio, podría adjudicarse al ingeniero. Eso explica, por ejemplo, que Javier Iguacel haya quedado en el camino por llegar a YPF. Allí desembarcará Horacio Marín, ejecutivo de Techint. Se rindió ante el desafío del Ministerio de Seguridad simplemente porque no disponía de nada mejor. Debió ser insistente para persuadir a Bullrich. La mujer tenía otra expectativa
Para la Agencia Federal de Inteligencia(AFI) carece aún de respuestas. Los interrogantes desbordan la nominación del encargado. Milei reniega del vínculo directo que el organismo tiene con Presidencia. Se trata de un mundo tenebroso y perverso, como se develó en épocas de Macri y ahora con la red de espionaje entre topos y kirchneristas descubierta por el juez Marcelo Martínez de Giorgi. ¿Pasaría a la órbita de la Jefatura de Gabinete que conducirá Posse?. Difícil. El misterio se mantiene.
El mayor interrogante, Economía, comenzó a ser disipado por la aceptación de Luis Caputo, ex ministro de Finanzas de Macri. La economía, desde el domingo de la derrota, ha dejado de tener conducción. ¿Dónde está Sergio Massa?. Los aumentos de precios en artículos de primera necesidad (alimentos) resultaron exorbitantes. El secretario de Comercio, Matías Tombolini, el de los controles sobreactuados, ahora se lava las manos.
Caputo decía que no estaba en condiciones de asumir sin provocar un daño irreparable a su vida personal. Ese conflicto quedó zanjado por un tiempo. El mileísmo explica que tendría la llave para desactivar la bomba de la Leliq y avanzar luego contra el cepo. La vinculación de ambas cosas y el ajuste fiscal quizás haga suponer que el ex ministro de Macri estará para la primera gran batalla. La de dolarización se ha desvanecido. Por ese motivo, Emilio Ocampo dejó de ser postulante para el Banco Central. Allí iba a ir Demian Reidel, hombre de Adolfo Sturzenegger, pero desistió. Quien vaya estará dispuesto a una reforma, pero no a la destrucción de la entidad. Es difícil que aquella tarea que le aguarda a Caputo no provoque desgaste ni reacciones políticas en una oposición (ahora oficialismo) aún aturdida. Pero irritada. El futuro ministro proviene del mundo de las finanzas. No de la economía productiva. Si llega a esa instancia podría aparecer un sucesor.
Nada resultará suficiente si no se termina de definir la plataforma que Milei contará en el Congreso. Según resulte, podría facilitar o no las privatizaciones que recita el presidente electo. Las más voluminosas y complejas: YPF, trenes y Aerolíneas Argentinas. La Libertad Avanza llegará con 38 diputados. Con los que pueda sumar el PRO orillaría los 80. Casi una insignificancia para empujar grandes proyectos. De allí la importancia de cómo se construirá la conducción de la Cámara baja.
La fricción libertaria con el PRO pareció atenuar el impulso que mostraba Cristian Ritondo para convertirse en titular. Los ojos fueron puestos sobre Florencio Randazzo, del Interbloque Federal. La ilusión de un puente con algún sector del peronismo. En especial, Juan Schiaretti, el mandatario cordobés. Esa jugada produjo la caída de Carolina Píparo de la ANSeS (que increpó a Po-sse) y el arribo de Osvaldo Giordano, ministro de Finanzas de aquella provincia, donde antes fue secretario de Previsión Social. Su mujer, Alejandra Torres, ingresará como diputada nacional.
Aquel rompecabezas posee una prolongación en los diez gobernadores todavía opositores (siete radicales y tres del PRO) que representan una gran novedad en el mapa del poder en la Argentina. Esos mandatarios hicieron una demostración en la Casa de Mendoza en la Ciudad. La provincia donde mayor cantidad de votos cosechó Milei después de Córdoba. Todos se ocuparon de marcar la voluntad de acompañamiento sin incondicionalidad. Un gran dilema para ellos fue la comunicación del presidente electo de paralizar la obra pública. En especial de parte de aquellos que sucederán a administraciones peronistas: Chaco, San Juan, Entre Ríos y Chubut. En los distritos que ya estaban en manos opositoras las dificultades serían menores: Corrientes y Mendoza no tienen obras nacionales; Santa Fe, apenas tres. Con esa discrecionalidad política manejó el kirchnerismo durante cuatro años los fondos del Estado.
Aquellos diez gobernadores estuvieron aguardando una señal, un puntapié inicial, para la transición interna. Existió la posibilidad de una participación formal de Francos. El ministro del Interior quedó enredado en las contramarchas mileístas. Observando el mosaico que habrá que congeniar no sería inútil el sobrevuelo sobre una serie que hizo historia. Borgen exhibe en la ficción a una premier (Birgitte Nyborg) que desde un partido de representación minoritaria y frágil (Partido Moderado) teje alianzas y forma gobierno con éxito con agrupaciones de pensamientos divergentes. Se trata de un ejercicio habitual de la política en Dinamarca. Estamos aquí en la Argentina. Idéntica consideración cabría cuando se pretende emparentar automáticamente a Milei con las experiencias de Bolsonaro, Donald Trump o Vox en España.
Por esa razón se sobrestiman acontecimientos que son normales en otras democracias. El encuentro de Alberto Fernández con Milei. La decisión de Cristina Fernández de recibir a Victoria Villarruel, la vicepresidenta electa. Quedará a cargo del Senado. Un cuerpo en el que será inmensa minoría. El gesto de Cristina resonó porque en 2015 se negó a hacer el traspaso de mando con Macri. Más aún: tuvo enfrente a una mujer que representa la objetora de la política de derechos humanos.
Algunos sectores empiezan lentamente a desperezarse luego de la sentencia de las urnas. Reaparecieron grupos piqueteros. También el aeronáutico Pablo Biró con amenazas. La CGT, con Héctor Daer a la cabeza, advirtió sobre el riesgo de algunas medidas insinuadas. Es la central obrera que representa a un tercio de los trabajadores. Estuvo ausente los cuatro años en que la relación del peso-dólar pasó de 60 a 1.000 pesos. Semejante siesta y el repentino despertar traslucen dos posibles conclusiones: hay necedad o incomprensión.
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