Temblor e intriga en torno a Milei: se baja Reidel, talla Werthein, sube Scioli
La confluencia de Javier Milei con Mauricio Macri sigue la dinámica de la política; es la consecuencia natural de una larga convergencia de factores en el que destaca, uno, fundamental: Milei, outsider perturbador que ahora se integra a la “casta” que denostaba, ganó con una cómoda diferencia sobre Massa, empujado por un estado de ánimo de una parte grande de la sociedad que quería terminar con el gobierno desnortado del peronismo, más que ilusionada por las ideas del libertario.
Esa ola lo hizo triunfar, le tocó el hombro y le dijo que ahora le toca gobernar, arte definitivamente distinto para Milei, en el que se debe mostrar rápidamente de qué madera se está hecho, además de desmesuras y gritos marketineros. Macri vio rápido esa necesidad y estableció una alianza política que, como toda coalición, está y estará sometida a tensiones. Macri se fue a Arabia Saudita para tomar distancia de lo que percibe como un tumulto en torno del libertario, donde nada es seguro.
Milei debe conseguir recursos humanos de los que carece y, además, adecuar la teoría a la realidad. En su entorno y en sus designaciones, aun las que se hicieron públicas, nada es seguro. Hubo muchos crujidos: salen el draconiano Carlos Rodríguez, la inexperta Carolina Píparo y el apresurado Emilio Ocampo, frustrado por no poder liquidar ya el Banco Central. Parecían que entraban jugadores de más experiencia pero ya uno se mancó. Demian Reidel rechazó la oferta presidencial para hacerse cargo del BCRA, sorprendiendo a todos. Reidel había bajado de un vuelo de American Airlines, cuando ya estaba embarcado de regreso a EE.UU., para escuchar la oferta de Milei, que ahora descartó cuando le describieron la tarea que debe realizar.
Si Milei se convierte o no en el Alberto Fernández de Macri es ahora más una especulación insidiosa, que exaspera a su raleado entorno. El libertario desechó la propuesta del ex presidente de reponer a Garavano en Justicia y colocó allí a Mariano Cúneo Libarona, el ex mediático abogado que fatigó las pantallas de televisión en casos resonantes, y en otros también, cuyo primer acto fue hacerle un gesto institucional a la Corte Suprema. Los jueces de la Corte están en la primera línea del encono de Cristina Kirchner, y sus huestes fieles intentarán dejar abierto el juicio político. Dependerá de dos diputados -una de ellas renunció el viernes a esa comisión- que responden a Massa, quien daría una señal de que no es lo mismo que el kirchnerismo y voltearía esa forzada maniobra.
Volvamos a Milei y su menemización tardía: la inspiración de Domingo Cavallo asoma detrás de los varios eventuales pasos en economía y de algunos nombres cordobeses que integrarán el gobierno libertario. Guillermo Francos y Nicolás Posse, además de Karina, la hermana del presidente electo, es el trípode en el que se apoya Milei, asesorado siempre por Santiago Caputo, que fue quien convenció a su primo Luis de ser el nuevo ministro de Economía.
“Toto” Caputo está convencido de que puede enfrentar el endeudamiento de las famosas Leliq sin recurrir al Congreso. Se abre una etapa en la que conseguir recursos y una fórmula para desarmar esa deuda más que enorme es prioritaria a la inflación y a la recesión. Es seguro que inicialmente crecerán las malas noticias con la inflación y la recesión, y que haya una inevitable devaluación para reducir la brecha cambiaria, desfiladero inevitable que el nuevo gobierno cree que debe atravesar para atacar el déficit fiscal a fondo.
Desde 1989 a 1991, con la llegada de Cavallo, Menem tuvo también su propia hiperinflación y, con Erman González, le metió las manos a los ahorros de la gente con el plan Bonex. Una diferencia sustancial: Menem era un líder peronista y tenía a casi todo el movimiento detrás, incluido los Montoneros, que financiaron parte de la campaña. Milei ha desmentido su plan Bonex: dependerá del ahorro por la suspensión de la obra pública y de la asistencia a las provincias, pero sobre todo de un nuevo préstamo. Caputo es un experto en ese metier, pero en el primer round no le fue bien cuando sondeó una asistencia de 15.000 millones de dólares del FMI.
Los Caputo, –Santiago y el “Toto”, ministro–, formarán parte del reducido grupo que acompañará a Milei en su primera visita a Washington, armada por el embajador Marc Stanley. A los americanos les sorprendió que en esa misión, que hablará con la Casa Blanca, el Departamento de Estado y el Fondo Monetario, no figurara Diana Mondino, a quien se tiene como designada canciller. Para todo hay una explicación: Gerardo Werthein, embajador “in pectore” de Milei en Washington habría operado para que Mondino se quedara aquí. Dicen que Werthein colaboró copiosamente con la fiscalización de la elección y que, en compensación, pidió poder influir en los organismos internacionales y en el FMI.
Simultáneamente, Milei intentará conseguir una ley que le dé libertad de movimientos, del tipo de aquella Emergencia que utilizaron a destajo tanto Carlos Menem, como sus continuadores en el manejo del poder, Néstor y Cristina Kirchner.
Su aprobación en el Congreso, dentro de un paquete de otras iniciativas, será la principal prueba de gobernabilidad que afrontará Milei y determinará hasta adónde y quiénes acompañarán al nuevo presidente al menos en los inicios, al mismo tiempo que marcará qué conducta adoptará la oposición.
Los actos de resistencia que encontrará la gestión de Milei también pondrán a prueba su carácter y el carácter de la su nueva, pero no tan nueva, ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, presencia que desagradó a la vicepresidenta electa, Villarruel. Aquí hay una pequeña historia para contar: Diego Santilli tenía ambición por esa cartera y le pidió a Macri que intercediera para conseguirla. El ex presidente lo disuadió, diciéndole que habría que reservarse para otra etapa, pensando que la primera ola tendrá bajas inevitables. Los analistas creen que si las resistencias a decisiones oficiales son ideológicas, pueden favorecer a Milei. En cambio, si impactan en la sociedad, como una fuerte suba de tarifas, se produciría lo contrario. Por eso, en el peronismo, todavía sin digerir la derrota, comienzan a pensar qué hacer. Los fondos para provincias, sobre todo para la de Buenos Aires y sus intendencias, se reducirán y los problemas lo sufrirán los referentes locales. Axel Kicillof es el único que ha quedado en pie. Atenazado por gobernar sin fondos extra y la pelea a fondo con La Campora, debe abrirse a recibir el repliegue kirchnerista.
Sobre el futuro de Massa se tejen muchas especulaciones, entre las que está que se vaya a EE.UU o Inglaterra. Tiene ofertas de universidades y de fondos de riesgo, entre ellos uno que administra el club inglés de fútbol Birminghan, que quiere extender su experiencia para esta región. El todavía ministro, que prepara abrir su fundación Encuentro, debe estar repasando experiencias regionales de retorno. Los únicos que lo lograron –Lula, López Obrador– lo hicieron a caballo de sus propios movimientos políticos. El peronismo no perdona a perdedores. El último ejemplo fue Scioli, que ahora se anota para seguir como embajador de Milei ante Lula o como secretario de Turismo. ¿Qué hará Massa? ¿Resucitará su Frente Renovador y armará su propia “unidad nacional”? La pintura todavía está fresca para dibujar una nueva geografía. Y, ciertamente, aunque esto alcanza a toda la política, el nuevo dibujo debe empezar. El balotaje dictaminó impaciencia.
Comments are closed.