“Vivimos en un mundo competitivo en el cual se valora a los más fuertes y a los ganadores. Por el contrario, son dejados de lado los más débiles, los perdedores. Cuesta promover actitudes que logren una sociedad en la cual haya espacio para todas las personas, respetando su edad y condición”. Así comenzó su reflexión sobre el inicio del Adviento monseñor Jorge Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo.
“Estamos iniciando el Adviento, un tiempo que ‘nos invita a ponernos espiritualmente en camino’ con la imaginación y el corazón hasta un lugar lejano en el tiempo y la cultura, para acercarnos a contemplar y gozar ‘atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él’”, recordó citando al Papa Francisco.
“El nacimiento de Jesús tiene un realismo inocultable. Esa fragilidad de Dios puede llegar a escandalizarnos. Es que ‘necesitamos’ a un Dios que sea fuerte, poderoso, omnipotente, ante quien nada hay imposible. Y así es Dios. Pero en la Navidad se muestra de otra manera, que tenemos que arriesgarnos a contemplar aunque nos resistamos. Son los modos que Dios tiene para enseñarnos ese otro modo de actuar que muchas veces nos desconcierta”, destacó.
El arzobispo cuyano invitó a reflexionar sobre la entrada del Mesías en la historia de los hombres y consideró: “No pudo haber sido más desconcertante”.
“Nos cuenta el Evangelio que al recién nacido lo envolvieron en pañales. Eso es signo de la máxima fragilidad; de un bebé que debe ser atendido, protegido y ayudado. Y curiosamente este será el signo que tendrán los pastores para reconocer el Niño: ni más ni menos que ¡un signo de fragilidad!”, graficó.
“Fijémonos –propuso- en otro signo: el Niño fue recostado en un pesebre. Esto sí que está fuera de lo normal. El pesebre era el lugar donde comían los animales. Era un espacio inapropiado para un recién nacido. Este nacimiento sucede en un contexto de pobreza extrema. Paradójicamente, quien viene a salvar al mundo aparece ante el mundo como un necesitado de ayuda, de cercanía y de valoración”.
Monseñor Lozano subrayó que en Navidad se celebra que “Dios asume nuestra condición; se hace uno igual a nosotros menos en el pecado” y puntualizó: “En otras palabras, asume la fragilidad y debilidad de nuestra carne, no sólo para hacerse igual a nosotros; sino que, haciéndose frágil como nosotros, nosotros nos hacemos fuertes en Él”.
“Dios se hace cercano y frágil para que no le tengamos miedo. Tan pequeño como para que nos animemos a inclinarnos, tomarlo en brazos y, arrimándolo a la mejilla, sentir su calor y belleza”, aseguró.
“Preparemos el corazón para ofrecer a Dios nuestra vida. Él asume nuestras fragilidades, las trata con sumo cuidado y respeto, sabiendo que por el parecido con Jesús forman parte de nuestra historia sagrada”, concluyó.
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