Visita a la casa de muñecas del castillo de Windsor

Visita a la casa de muñecas del castillo de Windsor

La corona de plata está engastada con diamantes. Rubíes, zafiros, esmeraldas y perlas en grano salpican el diseño. Y el gorro de terciopelo rojo sería digno de acolchar la cabeza de un monarca. Solo que el conjunto apenas mide dos centímetros.

La miniatura enjoyada, copia de la Corona Imperial de Estado británica, forma parte de la Casa de Muñecas de la reina Mary, expuesta en el castillo de Windsor, a las afueras de Londres, donde se reproducen a escala doceava los objetos cotidianos, lujos y curiosidades de la vida real de principios del siglo XX.

El escrutinio de la familia real británica se disparó la semana pasada con el anuncio del diagnóstico de cáncer del rey Carlos III, que siguió a la hospitalización de Kate Middleton, Princesa de Gales, en enero.

Pero mientras la monarquía moderna se encuentra a veces bajo un microscopio inoportuno, esta casa de muñecas lleva un siglo permitiendo a los visitantes echar un vistazo al interior de las estancias de un palacio, aunque sea a escala diminuta.

La casa fue regalada a la reina María, esposa del rey Jorge V, en 1924, no como un juguete infantil, sino como una cuidada representación de lo mejor de la artesanía británica para una monarca amante de las miniaturas.

Un reportaje publicado en enero de 1924 en el diario londinense The Times describía cómo la reina Mary, que entonces tenía 57 años, había inspeccionado su regalo "y expresado su más profundo aprecio por sus maravillas", que incluían agua corriente y ascensores eléctricos.

Para celebrar el centenario, los visitantes pueden acercarse a los objetos que normalmente se guardan en su interior, como la famosa corona en miniatura, con una selección presentada en una exposición especial fuera de sus muros.

Uno de los dormitorios. La casa está realizada a escala doceava. Cortesía de la Royal Collection Trust.Uno de los dormitorios. La casa está realizada a escala doceava. Cortesía de la Royal Collection Trust.

"Tiene un encanto instantáneo", afirma Kathryn Jones, conservadora jefe de la Royal Collection Trust. "Pero al adentrarse en ella, se descubre que tiene muchas capas".

El flujo constante de visitantes del castillo de Windsor suele mirar hacia arriba: a la impresionante fortaleza de la Torre Redonda, que se alza sobre los terrenos del palacio, a los ornamentados techos del salón de banquetes y a los murales colgados en lo alto de las imponentes paredes.

Escritorio de la reina. Foto:  cortesía de la Royal Collection Trust.Escritorio de la reina. Foto: cortesía de la Royal Collection Trust.

Pero ahora también se les anima a mirar hacia abajo, a los minuciosos detalles de la casa de muñecas, con algunos de sus artefactos más diminutos colocados en cajas bajas para poder inspeccionarlos de cerca.

A pesar de su nombre, la casa nunca ha estado habitada por muñecas y nunca fue concebida para que jugaran con ella los niños.

Fue ideada por la princesa Mary Louise, prima del rey Jorge V y amiga de la reina Mary, después de la Primera Guerra. Involucró al Sr. Lutyens, que también era amigo suyo, y se pidió la colaboración de unos 1.500 artistas, artesanos y fabricantes.

Una de las partes favoritas de la conservadora Jones, encargada de las celebraciones del Centenario, ha sido escuchar a los descendientes de los fabricantes originales que crearon elementos de la casa, reveló.

"Mucha gente piensa que los años 20 son un poco caprichosos, pero yo creo que subyace un mensaje bastante serio de preservación, y su objetivo era estimular la artesanía británica después de la Primera Guerra", dijo sobre el proyecto de la casa de muñecas.

La biblioteca, en la que colaboraron escritores. Cada ítem está hecho a mano. Foto: . cortesía de la Royal Collection Trust. La biblioteca, en la que colaboraron escritores. Cada ítem está hecho a mano. Foto: . cortesía de la Royal Collection Trust.

Decenas de escritores aportaron obras para la biblioteca de la casa de muñecas, entre ellos Arthur Conan Doyle –que envió una nueva historia de Sherlock Holmes–, A.A. Milne, J.M. Barrie, autor de Peter Pan, y otros.

Para el Centenario, la reina Camilla encargó una selección de libros de autores contemporáneos, entre ellos Philippa Gregory, Charlie Mackesy y Bernardine Evaristo, aunque esos nuevos títulos no se pondrán en la biblioteca de la casa porque no cabrían.

De vuelta a la exposición, un grupo de jóvenes escolares llegó con chalecos azules, apretando las manos y las caras contra el cristal mientras miraban las diminutas habitaciones y rodeaban la casa de muñecas en fila india.

"Mira los coches", exclamó uno señalando los Daimler y Rolls-Royce en miniatura que asomaban desde un garaje subterráneo.

Un piso más arriba, un estudio se completa con los tradicionales palcos rojos ministeriales que sigue utilizando el monarca. A pesar de someterse a un tratamiento contra el cáncer, el rey Carlos seguirá ocupándose de los documentos oficiales que se le entregan a diario en las versiones a tamaño natural de esas cajas, según informó el Palacio de Buckingham la semana pasada.

En el dormitorio de la reina, un neceser azul Tiffany está colocado sobre una mesa con un cepillo de pelo, un peine y frascos de perfume que parecen preparados para el regreso de su pequeña dueña.

Pero quizá sean las habitaciones y los objetos que abren una ventana a la vida cotidiana de la Casa Real los que cautivan a los visitantes más que las señas de esplendor. En el cuarto de la ropa blanca, minúsculas toallas y sábanas están cuidadosamente dobladas y colocadas en estantes de madera. En la cocina hay una tetera de cobre hecha con una moneda de un centavo.

Allison Thistlewood, de 49 años, que estaba de visita con una amiga, dijo: "Existe esa especie de arriba-abajo, y el detrás de escena, que suele ser lo más fascinante". "Todo es muy Downton Abbey', añadió en referencia a la serie televisiva.

Jones espera que los visitantes contemporáneos no pierdan de vista el hecho de que todos los objetos están hechos a mano. Le tiene un cariño especial a la cocina, que en 1924 se abastecía de auténticos alimentos de la cocina británica.

Copyright The New York Times.

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