Por qué Mirtha Legrand debería comprar el Cine Gaumont
El domingo pasado, con la ayuda decisiva de un reposteo presidencial, se viralizó un modesto mensaje de mi autoría en la red social X, donde propuse que Mirtha Legrand compre el Cine Gaumont. Agregué que ella podría rebautizar con su prestigioso apellido artístico al complejo ("Cine Gaumont-Legrand", me atreví a imaginar), para reforzar un sentido de madrinazgo, y dedicarlo -tal como ya se viene haciendo- a la proyección de las mejores películas argentinas.
Jamás imaginé la repercusión que iba a alcanzar mi opinión de una tarde de domingo. Soy un politólogo que se gana la vida como analista político y profesor universitario, opiné sobre cine argentino en mi calidad de espectador y admirador, y no pretendí ser irónico ni faltarle el respeto a la señora Mirtha Legrand.
Creo realmente que sería una gran idea que la mayor estrella viva del cine nacional compre la mejor multisala de cine del país. Pero trolls de todos los colores políticos utilizaron mi posteo para adjudicarle el sentido que ellos querían, en general diferente del mío, así que aprovecho estas líneas para aclarar qué quise decir en esos siempre insuficientes 280 caracteres.
Pienso que la compra del Gaumont por parte de Mirtha Legrand contribuiría a resolver en parte tres problemas que se ciernen sobre la cultura nacional.
En primer lugar, sería un modelo ejemplar de asociación público-privada para financiar bienes colectivos, como es el caso de las instituciones de la cultura, en el marco de una fuerte crisis financiera.
Segundo, y aunque suene paradójico, involucrar a alguien con la legitimidad de Mirtha Legrand con uno de los edificios emblema de la cultura nacional podría lograr que muchos sientan que el Gaumont se vuelve más público que antes, y no menos, y contribuir así al abrazo cultural que necesitamos.
Y tercero, y tal vez lo más importante de todo, porque una movida así sería un hito del compromiso de los líderes argentinos con su país, algo que muchos compatriotas -no sin razón- hoy ponen en duda.
Y algo más: llevaría la figura de Mirtha Legrand, cuya trayectoria actoral ininterrumpida cumple 84 años, a un escalón superior al que ya se encuentra ahora. Hablamos de que una de las personalidades más importantes del país culmine su carrera haciendo un aporte fundamental, por sí misma y sin que nadie lo haga por ella, al conjunto de la cultura argentina.
¿Por qué decimos "asociación público-privada" y no "privatización"? Porque si la idea es preservar el cine argentino, que es de interés público, y si el estado ya hizo su aporte al Gaumont, el ingreso de capital privado a través de Mirtha Legrand no sería una "privatización" en el sentido político agonal del término.
Además, durante 90 de sus 112 años de vida el Gaumont fue una entidad privada. Fundado en 1912 y reconstruido en 1946, recién a partir de la crisis de 2001-2002, cuando estuvo al borde de la quiebra, el estado a través del INCAA entra al rescate de la multisala.
Primero alquilándolo, arreglándolo y gestionando su programación, y a partir de 2013 comprándolo en forma definitiva. Su rescate por parte del estado nacional fue oportuno y necesario, porque lo salvó de su posible venta para demolición, lo puso en valor, y tuvo un sentido de preservación de un patrimonio cultural invaluable para todos nosotros.
Pero no es cierto que el Gaumont haya nacido como una dependencia estatal, ni que la misión fundacional del INCAA sea administrar salas de cine. Aún cuando actualmente el Gaumont sea propiedad del estado, buena parte de lo que vale y significa fue obra de sus anteriores dueños.
Asimismo, si Mirtha Legrand comprase el Gaumont no sería una dueña cualquiera. Es la persona con más legitimidad social de la industria del cine argentino. Y esto, aunque suene paradójico, podría contribuir a aumentar el valor público del Gaumont para la comunidad.
Con o sin razón, muchos argentinos no necesariamente sienten que las instituciones de la cultura en manos del estado garanticen su carácter público. La campaña y los resultados electorales de 2023 demostraron que muchos compatriotas creen que el estado ha sido capturado por personas que buscan beneficiarse de él, en lugar de proveer un servicio universal.
Esa crisis de legitimidad pueden contribuir a resolverla una persona como Mirtha Legrand. Cuyo nombre potenciaría la actividad de las salas. Sobran en el mundo modelos de leyendas del cine que compraron o constituyeron fondos para comprar las grandes salas de cine, invirtiendo en la actividad que más conocen, como el caso del Cine Teatro Kirk Douglas en Los Ángeles, Estados Unidos.
Y en cuanto al compromiso, sería un bálsamo para una sociedad arrasada por la desconfianza en sí misma. Cuando todo pareciera una fuga generalizada, donde quienes más pueden aportar se van, y cuando los argentinos eligieron como presidente al candidato más outsider desde Perón, sería conmovedor para nuestro sentido de comunidad presenciar que una de las personas más reconocidas del país, un símbolo nacional, se juega por este suelo, por su audiencia y por su producción cultural. Un Viva la Patria que hoy muy pocos, además de Mirtha Legrand, pueden convocar.
Julio Burdman es profesor titular de la Carrera de Ciencia Política de la Universidad de Buenos Aires
Comments are closed.