Cómo era en su esplendor el dúplex de Amalita Fortabat que cuesta US$ 12 millones
Cómo era en su esplendor el dúplex de Amalita Fortabat que cuesta US$ 12 millones
Con todas las paredes blancas, en el dúplex donde vivió Amalita Fortabat está irreconocible y sin rastros de su otrora opulencia. Las fotos que anunciaron su venta transmiten incluso el cierre de un ciclo. Uno donde siquiera ya no existen empresarias como ella. Una mujer que –con sus matices por supuesto–motorizaba, por caso, actividades filantrópicas múltiples que hoy no tienen un referente similar a Amalita. Y en un punto parece demasiado sutil el sentido patriótico de los empresarios actuales en relación con el que ella declamaba.
El dúplex cuyos ventanales otean al Jardín Japonés y el Río de la Plata, durante varios agostos, definía quienes eran importantes en el círculo de poder, uno que nada tenía que ver –ya entonces– con el número de apellidos en el documento, o con algún linaje patricio. Los 15 de agosto Amalita Fortabat celebraba su cumpleaños y la doble puerta de ingreso al edificio era un alfombra que combinaba familiares, amigos, políticos, empresarios y alguna figura del espectáculo. Y en un horario determinado, ella bajaba para decir alguna frase de ocasión y posar. Tal como hace Mirtha Legrand desde que se mudó a una cuadra de la empresaria.
¿Cómo es la mansión de Amalita de Punta del Este que demolerá si no se vende?
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En la época donde abrir las puertas de una casa era más la norma que la excepción, Amalita Fortabat siguió esa tendencia. Y es de donde se registraron fotos como las que se muestran en este artículo. La foto con el Turner no podía faltar aunque luego no se publicara. En 1980, en Nueva York, la compra de “Julieta y su enfermera” (de William Turner) por US$ 7.040.000 de dólares marcó un récord para la casa de subastas Sotheby’s.
En muchos de los espacios que se muestran en el anuncio de venta del dúplex, fueron los que ella habilitaba para las fotos. De hecho, en una de las últimas producciones que hizo, posó en salones cuyas paredes –hoy de color blanco– estaban pintados siguiendo el color dominante de los cuadros colgados. Y también en la terraza con piscina que durante unos años, ella hizo rediseñar y cubrir con paneles traslúcidos, columnas y porcelanato. Años después, su hija Inés Lafuente cambió su aspecto y hoy se ve como una terraza propiamente dicha.
El penthouse de Manhattan que Amalita vendió en US$ 20 millones.
En esas producciones de fotos que solían durar varias horas y que se hacían con dos fotógrafos y asistentes, había situaciones que daban cuenta de por qué Amalita Fortabat tenía un plus con respecto a sus pares de entonces. A la mayoría de los personajes poderosos –no importa su sexo–, la cámara los intimida.
Una vez, una publicación de Perfil, necesitaba una imagen de una Amalita donde el personaje empresario estuviera por detrás. Y se logró de manera fortuita. Uno de los dos fotógrafos –de iniciales M.G.–, al ingresar con ella a la terraza donde está la piscina, soltó: “¡Qué tapera!”. A la carcajada espontánea de Amalita por la expresión lunfarda, le siguió una conversación relajada y la foto buscada se consiguió.
A una periodista –también de editorial Perfil– que la entrevistó en la época de la campaña presidencial de Carlos Menem –que ella apoyaba–, Amalita le contó con ese tono con el que se relatan cuestiones domésticas, que le decía a sus empleadas que escondieron cierto café porque sentía que cuando la visitaba una pariente –cuyo nombre especificó- se lo “robaba”. En otra oportunidad, como sucede algunas veces con todo entrevistados, ella no parecía tener ganas de una entrevista extensa. Sin embargo, Amalita posó perfecta y sorprendió al periodista –de revista Noticias–al decirle, primero un halago a sus ojos claros, y luego con: “¿Usted sabe que yo escribo poesía? ¿Quiere que le lea una?”.
La venta de este dúplex porteño se suma a la del penthouse de Fortabat Nueva York frente al Central Park y la mansión que tenía en Rincón del Indio –en Punta del Este– que hacía un par décadas la familia no usaba, y ella tampoco.
Gi
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