Por aquí no se llega
Por aquí no se llega
Muchos argentinos queremos un cambio profundo. La economía agoniza desde hace más de veinte años y nuestro país también, como lo indican las estadísticas de pobreza, el volumen inusitado de la economía en negro, la falta de crecimiento desde hace más de diez años, el atesoramiento del ahorro en dólares que reemplaza a la inversión, etc.
Ese cambio que queremos consiste nada más y nada menos que en volver a la normalidad occidental, al liberalismo, al respeto de los derechos de propiedad en todas sus formas, al crecimiento económico, a la movilidad social ascendente.
En todo eso coincidimos con la Administración Milei en los objetivos, más allá de nuestra disidencia estética. Coincidimos también, como es obvio, en el estado de extrema emergencia en que comenzó esta administración, que asumió en la gravísima crisis provocada por décadas de corporativismo populista.
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Sin embargo, el camino elegido es erróneo y provocará gravísimos daños a nuestro país.
Por aquí no se llega
El gobierno actual cree que la causa de estas distorsiones es nuestro macro estado, un “ogro filantrópico” que gasta un 43% del PBI, en lo cual también coincidimos.
De allí se derivan las medidas adoptadas para disminuir el gasto público, entre otras: no respetar los contratos y no pagar los gastos de capital ni los suministros, profundizar el deporte nacional de hambrear a los jubilados, cortar las transferencias a provincias, no cumplir con una sentencia de la Corte Suprema en el caso de la Ciudad de Buenos Aires (¿habrá otras?), y otro deporte nacional: el tipo de cambio atrasado, etc.
La creencia es que llegaremos a valores internacionales de inflación y entonces aparecerá la inversión, el crecimiento económico y el empleo.
Pero si analizamos las medidas advertimos que para nada disminuyen la estructura del Estado, que queda incólume.
Por eso es que es probable que se llegue a un piso de inflación, cuando no queden más pagos para incumplir, y que la baja quede estancada en ese punto.
El recorte no afecta al Estado sino al sector privado: menos salario, menos consumo, más pobreza, menos actividad económica, empresas que despiden, cierran o quiebran. Una recesión buscada y conseguida. Cuál será el estado de nuestro país cuando despertemos de la recesión o peor aún de la depresión económica:
Disminución drástica de la cantidad de empresas, empresas sin capital de trabajo, y/o con equipos sin mantenimiento o anticuados, el campo sin inversión y sin capital de trabajo y mucho más.
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Capítulo aparte merece la infraestructura. A la bajísima inversión de la administración de Alberto Fernández se suma ahora la inversión cero de este gobierno: caminos, ferrocarriles, equipamiento energético de generación, transporte y distribución, puertos, hospitales, escuelas, viviendas, todo en estado crítico, en algunos casos en estado crítico extremo. Billones de dólares de pérdida de infraestructura y de costo de reposición de infraestructura.
El diagnóstico es incorrecto. Es verdad que tenemos un macro Estado que gasta muchísimo más de lo que produce. Pero la causa de esto es la falta de crecimiento de nuestra economía, estancada hace más de una década, debido a la falta de inversión, una verdad tremenda que todos conocemos.
En realidad el macro Estado y la falta de inversión son causas coimplicantes: la falta de inversión reduce la demanda de empleo, que genera pobreza, la pobreza requiere subsidios (planes, empleo público, tarifas subsidiadas, tipo de cambio atrasado), los subsidios requieren financiación que se obtiene con presión tributaria, deuda o inflación, los peores enemigos de la inversión. Y sigue el círculo maldito.
Planes de ajuste y planes de desarrollo
En la experiencia argentina los planes de ajuste no subsisten sin planes de desarrollo. De los múltiples ejemplos quizás el mejor sea la comparación Alfonsín – Menem.
Convertibilidad, aquel hito de la gestión económica de Menem
El recordado Plan Austral fue un razonable sistema de ajuste. El puro ajuste y la falta de inversión, de empleo y de esperanza generaron la desesperación social que terminó con el gobierno.
Durante el primer gobierno de Menem la Convertibilidad también fue un plan de ajuste. Pero simultáneamente se llevó a cabo un programa de desarrollo; la privatización, que generó una inversión masiva y la consecuente demanda de empleo. Sin la privatización, la convertibilidad habría sido tan efímera como el Plan Austral.
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Si la Administración actual no pone en marcha un Plan de Desarrollo, las consecuencias serán las descriptas más arriba. Y lamentablemente, cuanto más dure la recesión mayor será el daño. Sólo habremos acelerado nuestra agonía económica.
Un Plan de Desarrollo
Despejemos primero los malos ejemplos: no nos referimos aquí a empresas “estratégicas” según el gobierno de turno, a las cuáles se les otorgan monopolios o facilidades especiales de cualquier índole.
Nos referimos a un plan integral, a una estructura jurídico-económica que abarque todas las inversiones nuevas sin referencia a empresas o actividades, con las distinciones que pudieran ser necesarias para adaptarse a cada actividad.
El ejemplo más fácil es el agro: se podría establecer un baremo básico de producción por región y por rubro de explotación. Abajo de ese nivel continuarían los impuestos actuales de cualquier jurisdicción, nacional, provincial o municipal. Superado el nivel, la producción estaría exenta de tributación. Los productores del campo tienen todo el conocimiento, la tecnología y gran parte del capital para llevar acabo estas inversiones nuevas.
Por supuesto que el ejemplo está expresado en forma simple y básica. Requiere mucho más detalle, pero sirve para entender la orientación del Plan.
En la propuesta, la presión tributaria extrema de nuestro país se mantiene para la producción básica, con lo cual el ingreso fiscal actual está asegurado, pero el productor tiene enormes ventajas en la producción excedente.
Y debemos recordar que las inversiones nacionales pequeñas y medianas serán mucho más rápidas que las grandes y/o extranjeras, debido a los mayores requisitos de análisis al pánico que inspiramos representado en el riesgo país. Somos un “país de frontera”, no debemos olvidarlo.
Es inminente una crisis estructural de la economía por destrucción de activos, de la cual demoraremos años en salir. Urge cambiar el camino"
Las grandes inversiones son bienvenidas, pero nuestro drama es la velocidad.
Solamente con un Plan de Desarrollo se generará la actividad económica que genere el empleo necesario para compensar el ajuste.
Es urgente estudiar un plan completo de desarrollo que abarque las inversiones de cualquier índole, origen y tamaño.
En conclusión, las medidas actuales de restricción del gasto consisten en el simple impago de obligaciones. No implican una reducción del Estado enorme que tenemos y son efímeras. Pero además:
- Provocan una profunda recesión que ya produce daños graves al empleo, a las empresas y la infraestructura, con enormes costos de reparación.
- Es imprescindible un enérgico Plan de Desarrollo que premie a quienes decidan invertir en nuevos negocios.
- Solo con un profundo Plan de Desarrollo que genere empleo y actividad económica se podrá aplicar un verdadero Plan de Reducción del estado.
Es inminente una crisis estructural de la economía por destrucción de activos, de la cual demoraremos años en salir. Urge cambiar el camino.
Pero hay otro diagnóstico real de nuestra crisis. Han dicho que hay que terminar con la inflación, en lo cual coincidimos, y los medios serían dolarizar, después suavizarlo con la competencia de monedas, que hay que cerrar el Banco Central, que no hay que emitir porque es la causa de la inflación, etc.
La realidad es que todos estos son síntomas gravísimos, pero no son la causa de nada. Nadie emite porque le gusta, el Banco Central no es causa de la emisión, sino solo el instrumento que la ejecuta, aunque dolaricemos – si seguimos teniendo déficit fiscal – habrá que emitir más pesos para pagar el gasto público excedente a los dólares.
Sin embargo, “por aquí no se llega”, éste no es el camino.
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