La repitencia y el proyecto de reforma bonaerense


Las 83 páginas del proyecto que introduce profundos cambios en el sistema de educación secundaria bonaerense por implementarse a partir del año próximo encendieron un enorme revuelo. En particular, y aunque no se trataba del meollo de la propuesta, fue el punto que habilitó la posibilidad de no repetir el año el que más ruido hizo. Las estadísticas contabilizan que entre un 8 y un 10% de los 1.700.000 alumnos bonaerenses repiten.

El Consejo General de Cultura y Educación bonaerense, un organismo pluripartidario que asesora a la cartera educativa, aprobó por unanimidad una reforma que implicará un aumento de la inversión educativa con el que se busca diferenciarse del “no hay plata” nacional. Incluye modificaciones a los contenidos curriculares por aplicarse en 2026, la convocatoria a concursos jerárquicos, un nuevo régimen académico y la concentración horaria de los diferentes turnos; una propuesta que los especialistas evalúan de difícil instrumentación.

La modalidad proyectada contempla la acreditación de conocimientos por materias y no por años, retomando las calificaciones numéricas cuatrimestrales –un punto a favor de las modificaciones–, que se cargarán en una libreta digital. La aprobación será con 7 puntos en ambos períodos cuatrimestrales. Al final de cada uno, los alumnos que no hayan alcanzado esa calificación en un máximo de 4 materias asistirán a períodos de intensificación de saberes de 15 días de duración, a principios y a finales del año escolar y del cuatrimestre como escalón previo a la obligación de recursar. Si el número de materias fuera superior, con la ayuda de un Equipo de Definición de las Trayectorias Educativas (EDTE), integrado por docentes y directivos, se decidirá cuáles intensificar y cuáles directamente recursarán.

De este modo, la repitencia tradicional del año entero en el nivel secundario cambiaría por un sistema de aprobación de materias cuando el número de las desaprobadas no exceda las cuatro. La trayectoria ya acreditada es así reconocida por la nueva modalidad.

La repitencia tradicional del año entero en el nivel secundario cambiaría por un sistema de aprobación de materias cuando el número de las desaprobadas no exceda las cuatro

Para facilitar la llegada de los alumnos al primer año del secundario, se trabajará también en una secuencia didáctica para las materias Lengua y Matemática. Lo mismo se prevé para quienes llegan al último año y deben articular con un nivel superior.

El director de Cultura y Educación bonaerense, Alberto Sileoni, sostuvo que la modificación propuesta no se traduce en que no haya exigencia y que, aun sabiendo de antemano que habría detractores, “el cambio era necesario”. La defensa del funcionario de Kicillof no quedó en argumentaciones racionales, sino que, como ya es habitual cuando la política de confrontación prevalece, incluyó ataques a Javier Milei y al diputado Alberto Benegas Lynch (n.). En su defensa también planteó que “no es un pacto con (Roberto) Baradel”, aclarando que si en cinco años no tuvieron paros docentes es “porque los tratamos bien”.

Entre quienes criticaron la reforma provincial, además de muchos especialistas, estuvieron desde María Eugenia Vidal hasta Diego Santilli. “Con este tipo de medidas solo logramos que la escuela y la docencia bonaerense se encuentren cada vez más devaluadas”, dijo el exministro de Educación de la Nación Alejandro Finocchiaro. El bullrichista Matías Lobos (Pro), junto con los radicales y los integrantes del consejo bonaerense de lo que fue Juntos por el Cambio, emitieron un documento en el que analizan y respaldan el nuevo régimen, y ellos mismos recibieron críticas desde sus propios espacios.

Diversas naciones del mundo ofrecen sistemas similares con matices propios. Estados Unidos, el Reino Unido, Finlandia, Noruega, Japón, Corea del Sur, Suecia y Dinamarca evitan la repitencia con variantes y acentúan el apoyo continuo y la intervención temprana. Paraguay y Uruguay también la eliminaron en la escuela primaria con el propósito de disminuir el porcentaje de deserción escolar y, junto con Chile, trabajan en medidas para la secundaria. En esta línea se ubica la posición de Sileoni, quien entiende que recursar todo el año genera un “enorme desaliento” y conduce al abandono de muchos; una realidad asociada con una creciente pobreza que se verifica con el aumento de la edad y el año cursado, evidenciando que la propuesta del secundario actual expulsa a los alumnos más que el salir a trabajar. Claro está que la realidad de los países aludidos difiere de la nuestra, especialmente en la eficiencia de la implementación, lo cual activa una alerta y deja poco margen para este tipo de medidas, que demandan adecuada gestión. Los números que maneja el exministro de Educación de la Nación en la gestión de Cristina Kirchner, hoy al frente de la cartera bonaerense, indican que en la provincia “de diez chicos que arrancan, seis terminan en tiempo; dos, un poco más tarde, y dos abandonan”. Llegar al siguiente nivel con materias desaprobadas plantea, por un lado, desafíos al docente y al alumno que viene arrastrando baches y, por el otro, a la escuela, que deberá atender un sistema complejo de gestión. Si lo que se busca es asemejar el sistema secundario al universitario, no se explica cómo se manejará el concepto de correlatividades y saberes necesarios.

Si el sistema no se implementa con suma diligencia podríamos estar frente a un contexto de facilismo educativo que termine no solo abonando la vagancia, sino también premiándola

Podríamos también preguntarnos si los alumnos que en elevado número no incorporan los conocimientos más básicos, tal como surge de diversas pruebas, harán sus mejores esfuerzos por superarse o comenzarán a especular con el número de materias, a sabiendas de que no van a repetir. El instrumento podría volverse así extremadamente peligroso, pues si el sistema no se implementara con suma diligencia podríamos estar frente a un contexto de facilismo educativo que termine no solo abonando la vagancia, sino también premiándola, claramente detrás del voto joven que el gobierno bonaerense le disputa a Milei. Nivelar para abajo ha sido la triste consigna de quienes abogan por mantener en la ignorancia a los argentinos. El propio Sileoni, detrás de su defensa del derecho a la educación, ha explicitado: “Sostenemos la firme convicción que nos lleva a enlazar educación y proyecto político”.

Si el objetivo declamado es evitar frustraciones que conduzcan a la deserción, habría que pensar en nuevos y mejores incentivos para dar continuidad a la trayectoria educativa y calidad a los aprendizajes. Diseñar currículas interesantes y que preparen efectivamente para el mercado laboral, para la continuidad de estudios superiores, atendiendo también la formación ciudadana, debiera ser la meta. Ese debe ser el desafío de una reforma para mejores aprendizajes.

Desde este espacio hemos planteado en reiteradas ocasiones la urgente necesidad de repensar todo el sistema en su conjunto. Con calendarios escolares que no se cumplen, elevado ausentismo docente, docentes con vocación y voluntad pero sin la necesaria preparación para captar la atención de sus alumnos , ningún modelo académico será exitoso. Debe privilegiarse el debate serio entre expertos para que nuestro futuro no siga sumando ignorantes, palabra que se escribe con las mismas letras de argentinos. Se trata de impedir, como alertó Jacinto Benavente, una dislexia tan conveniente para algunos como imperdonable para un país que lucha por evitar el abismo.

LA NACION

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