Murió Henry Kissinger: su visita a la Argentina y los consejos a la dictadura de Jorge Rafael Videla

Henry Kissinger murió este miércoles a los 100 años en su casa en Connecticut. El influyente exdiplomático de Estados unidos estuvo en la Argentina durante el Mundial de 1978, en plena dictadura militar, a la que le manifestó su apoyo e incluso le dio consejos.

Si bien la Argentina no figuraba en el “radar” de Kissinger en los comienzos de su gestión -había otros países, más relevantes- lo cierto es que sí lo hizo en la época de la dictadura militar.

Y los documentos desclasificados cuatro décadas después -exactamente en agosto de 1976- demuestran que Kissinger, tanto como secretario de Estado en 1976 y luego como “lobbista” influyente cuando Jimmy Carter era presidente, movió sus hilos en favor de los dictadores.

Concretamente, Kissinger quiso trabar -a veces con éxito, otras no- los intentos de Carter por ponerle límites a Videla y los suyos. Y los funcionarios de Carter enfurecieron cuando el propio Kissinger viajó a la Argentina para el Mundial de Fútbol de 1978, en el cual fue especialmente invitado.

Los elogios de Kissinger al gobierno argentino por su campaña contra el terrorismo fue la música que los militares querían escuchar”, señala uno de los documentos. Y revela que, en una comida con el propio Videla “Kissinger aplaudió los esfuerzos argentinos por combatir el terrorismo. Muchos estadounidenses no saben nada de la historia argentina, ni de sus esfuerzos en la lucha contra el terrorismo”.

Henry Kissinger, Jorge Rafael Videla y el embajador estadounidense en Argentina, Raul Castro.Henry Kissinger, Jorge Rafael Videla y el embajador estadounidense en Argentina, Raul Castro.

Un cable del embajador de EE.UU. en la Argentina, Raúl Castro, al gobierno de su país, señala: “Mi preocupación es que los repetidos elogios de Kissinger hacia las acciones argentinas para aniquilar el terrorismo se les suban a la cabeza a sus anfitriones”. Y citan una reunión en el Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales (CARI), donde Kissinger habría elogiado al gobierno argentino: “Está haciendo un muy buen trabajo eliminando a las fuerzas terroristas”.

Pero esa actividad de Kissinger posteriormente perdió fuerza, cuando el presidente Carter impulsó a su secretaria de Derechos Humanos, Patricia Derian, para que se supiera lo ocurrido con los desaparecidos y con las crueldades del proceso.

Los militares golpistas de la Argentina habían sentido -si no un estímulo directo- al menos cierta complacencia de parte de Kissinger, inclusive antes del golpe. Hicieron trascender frases como “lo que tengan que hacer, háganlo rápido”.

Pero otros documentos oficiales de EE.UU., difundidos hace pocos años, hablan de los consejos que Kissinger le dio al canciller argentino César Guzzetti en Nueva York, en octubre de 1976: debía apurar el fin de la represión ilegal. Tratarían así de evitar que el Congreso de Estados Unidos suspendiera la ayuda militar a la dictadura.

Nuestra actitud básica es que ustedes tengan éxito. Yo tengo un punto de vista que es apoyar a los amigos. Lo que no se entiende en EE.UU. es que ustedes están en una guerra civil. Nosotros leemos sobre los problemas con los derechos humanos, pero no vemos el contexto. Cuanto más rápido ustedes tengan éxito, mejor. El problema de los derechos humanos está creciendo en EE.UU. Y nosotros queremos una situación estable”, dijo Kissinger, asistido por Harry Schlaudemann, subsecretario para Asuntos Latinoamericanos.

Sorprendente apertura a la China de Mao

El restablecimiento de las relaciones entre EE.UU. y China en la década del 70 -con la histórica visita de Richard Nixon a Mao Tsé-Tung, de 79 años en 1972- marcó, probablemente, uno de los hechos fundamentales en la vida de Henry Kissinger.

El entonces secretario de Seguridad Nacional del gobierno de Nixon había viajado en secreto a China. Primero lo hizo en julio de 1971, en un avión pakistaní. La segunda visita fue tres meses después. Allí desalambró el camino para un viraje histórico por ambos lados.

Alguna vez contó que no había conocido a "ningún personaje tan irresistible como Zhou en-Lai, la mano derecha de Mao”. Desde aquellos días lejanos, hasta toda su vida posterior, China marcó gran parte del rumbo de Kissinger.

Con su propia compañía (K Associates) fue lobbista de las grandes empresas de EE.UU. para instalarse en el gigante asiático. Y en 2012 escribió un libro, justamente titulado “China”, donde postula que la buena relación entre EE.UU. y China es “la garantía de la estabilidad y la paz en el mundo”.

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