La Inteligencia Artificial ofrece infinitas posibilidades, pero también grandes riesgos

La Inteligencia Artificial ofrece infinitas posibilidades, pero también grandes riesgos

Ingeniera de formación, la ministra de Ciencia y Tecnología de Brasil Luciana Santos registra, a los 58 años, una extensa carrera política: fue diputada provincial y nacional, y luego vicegobernadora de Pernambuco, el estado donde nació el presidente Lula da Silva. Además de conducir un ministerio clave para el actual gobierno, ella preside también su agrupación política (el PC do B). En una entrevista con medios extranjeros, entre ellos Perfil, sostuvo que “la carrera por el dominio tecnológico es una de las grandes variables de la geopolítica mundial”. Para ella, la Inteligencia Artificial (IA) ofrece un “universo de posibilidades” pero también admitió los riesgos que presenta.

En el diálogo con los corresponsales, reveló que la IA genera la máxima atención del gobierno y del propio presidente. “Son incontables las áreas de aplicación, que pueden derivar en increíbles beneficios a la sociedad. Pero también es cierto que la desigual distribución global, de activos e infraestructura en Inteligencia Artificial, concentrados en un pequeño número de empresas privadas, provoca temores por las profundas asimetrías de poder entre las naciones”.

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Según la ministra, “en Brasil hoy debate la IA por la dimensión que tiene el asunto”. Su importancia llevó al Consejo de Ciencia y Tecnología a evaluar todos los aspecto, en función de “concluir en junio próximo la Estrategia Brasileña de Inteligencia Artificial (EBIA)”. Lo que está en juego es “como usar esta tecnología en beneficio de la población, para mejorar la condición de vida de las personas, preservar el medio ambiente y enfrentar el hambre y la crisis climática”.

Afín ideológicamente al tercer gobierno de Lula, caracterizó que el mundo está en presencia de “eventos extremos”, como guerras, pandemias y catástrofes climáticas, que ponen en riesgo la producción de insumos esenciales: desde los semiconductores a los farmacéuticos, pasando por fertilizantes. En ese contexto, los criterios impulsados por el presidente brasileño son los de mantener una actitud proactiva en el área científico-técnica “sin barreras ideológicas”. A su juicio, “cuando se trata de asuntos de interés nacional, esto pasa a primer plano”, independientemente de las posiciones que existen en el campo político. “Hoy enfrentamos múltiples inestabilidades en la geopolítica mundial, y se da por hecho que el dominio tecnológico es un pilar de cualquier proyecto de nación”.

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—En el gobierno anterior, el presupuesto para ciencia y técnica fue sustancialmente recortado. Ahora, el presidente Lula dice que esta área es una de sus prioridades. ¿Se refleja eso en los recursos destinados al sector?

—Con la llegada del nuevo gobierno hubo una recomposición significativa de los recursos para el sector. Uno de los instrumentos es el Fondo Nacional de Desarrollo de la Ciencia y la Tecnología, integrado a partir de un impuesto especial que pagan las grandes cadenas productivas como las del petróleo, el gas, el transporte y la energía. Es nuestra principal fuente de financiación. Durante los cuatro años del gobierno anterior (de Jair Bolsonaro) esas partidas fueron reducidas drásticamente; pero el presidente Lula decidió recomponer en forma integral ese Fondo, en el segundo semestre de 2023. Hoy el organismo está dirigido por un concejo que integran representantes de la academia, la comunidad científica, las empresas y el gobierno. Y allí donde toman las decisiones para destinar el dinero. Hemos implementado seis misiones y 10 programas. Y el año pasado, uno de ellos precisamente se volcó a la recuperación y expansión de la infraestructura necesarias para la investigación, para reponer el apagón que hubo hasta 2022 con equipos, laboratorios y espacios físicos muy deteriorados.

—¿A qué se refiere con “misiones”?

—Son los grandes propósitos, en los que figura el combate al hambre, la mecanización de la agricultura familiar, la agenda de los cambios climáticos, la transición energética y la transformación digital. Un aspecto central en todo esto, pasa por considerar la industrialización sobre nuevas bases tecnológicas. No podemos estar, eternamente, entre aquellos países que son productores de gran cantidad de commodities para su exportación. Eso nos coloca en una dependencia fuerte de bienes de alto valor agregado. Precisamos ser líderes en ramas industriales: avanzar por ejemplo, en proyectos estratégicos de energía nuclear, como es el caso del reactor multipropósito que nos dará autonomía en la producción de radioisótopos. Otro sector, el aeroespacial, con influencia decisiva en cuestiones de defensa, recibió en 2023 más de 1.000 millones de dólares para las empresas que actúan en ese ámbito. Hay, además, un segmento, el de las tecnologías que garantizan la productividad, como el agro bussines, donde Brasil tiene una competencia indiscutible con la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa),. Y también tenemos liderazgos en la industria aeronáutica, gracias al legado de la Embraer (Empresa Brasileña de Aeronáutica). Pero precisamos una inserción mayor en la producción de biomasa y del hidrógeno verde, en síntesis, en la avanzada de la transición energética. Otro gran desafío es la transformación digital, que va a cambiar las relaciones de producción en el mundo. Para eso tenemos que superar nuestro déficit: aproximar la investigación científica, en la que ocupamos el lugar 12 o 13 en trabajos publicados en el mundo, pero estamos en el puesto 49 en cuanto a su vuelco a la innovación. Ese es el gran objetivo; es por ahí que lograremos el dominio tecnológico. De lo contrario se corre el riesgo de mantener el atraso.

—¿Qué importancia le asignan a la Inteligencia Artificial?

—Es uno de nuestros ejes de trabajo en el grupo de economía digital del G20, que este año se realiza en Brasil. La visión que nosotros tenemos es abarcadora: se trata de una tecnología de grandes oportunidades, pero también de inseguridades. Tiene un gran impacto en el mundo del trabajo y requiere muy fuertes inversiones, por exigir una infraestructura computacional gigante. Nosotros apostamos a la soberanía digital y, en ese contexto, subrayamos sus premisas: una es el papel del Estado; otra apuesta a desarrollar la soberanía en áreas de esta tecnología relativa a la seguridad y la privacidad; es decir, la ciberseguridad. En este escenario se mueve el activo principal que es el desarrollo y la implementación de datos, y su regulación.

—Para el dominio de esta tecnología ¿no es fundamental formar los recursos humanos?

—Sin duda alguna debemos invertir en capital humano, una expresión más adecuada que “recursos humanos”. En el mundo ya comenzaron las gigantescas inversiones en esa área: son miles de millones de dólares destinados a la formación. Y esto revela por sí mismo el riesgo de una asimetría tanto entre países como entre regiones; inclusive, dentro de una misma nación. Por eso, estamos enfocados en actualizar la estrategia brasileña de Inteligencia Artificial, y presentar el plan en junio. Un gran desafío, en ese terreno, es el impacto en el mundo del trabajo. Hay un estudio muy interesante realizado por Oxford University, donde se señala que si bien la IA puede eliminar 20 millones de empleos en los países desarrollados, hasta 2030, al mismo tiempo es capaz de crear al menos 13 millones de nuevos empleos. Eso va a depender de la capacitación y entrenamiento: se puede reducir mucho el trabajo manual y repetitivo y, en simultáneo, dará más tiempo y lugar para la elaboración y formulación. El presidente Lula nos demandó que presentemos un plan específico en la Conferencia Nacional de Ciencia y Técnica. Vale la pena mencionar que tenemos una joya de nuestra corona: es el superconductor Santos Dumont, al que queremos garantizar que adquiera más velocidad en la sistematización de datos. Sin duda, esto revertirá en aplicaciones en salud, en agricultura y, por caso, también en el sistema de distribución eléctrica de Brasil, para disminuir el desperdicio en la provisión de energía.

—Usted mencionó, entre los desafíos, aquellos problemas que engendra la inteligencia artificial, tanto en la neutralidad de las redes como en la protección de datos, en la privacidad.

—Participé, durante algunos años, como diputada federal en la elaboración del Marco Civil de la Internet, que podríamos definir como una Constitución de la Internet. Pero hasta hoy no se ha conseguido regular la ley aprobada. Hay un proyecto en el Senado referido, específicamente, a la protección del ciudadano. Aquél que por cuenta de las fake news, de la manipulación y desinformación, es víctima de un proceso de violencia. Vimos lo que ocurrió en Brasil con las manipulaciones; y vemos lo que ocurre ahora en la Argentina, con la Inteligencia Artificial. Esto nos obliga a responsabilizar a las empresas que no sólo tienen datos en las nubes y, también, capacidad de observar comportamientos; con lo que es posible hacer discursos direccionados a través de WhatsApp y otras redes. Eso puede comprometer la democracia. Por eso es preciso tener legislaciones nacionales y hacerlas respetar. No puede haber un gobierno en el mundo que esté por encima de los Estados nacionales; que puedan hacer lo que quieran a merced de sus conceptos ideológicos. Eso está afuera de cualquier patrón. Por eso vamos a ser firmes en la reglamentación de normas para el combate de las Fake News y la desinformación. ¿Recuerdan los acontecimiento del 8 de enero del año pasado? Fue cuando hubo una tentativa de destituir el gobierno democráticamente elegido; y eso lo consiguieron con profundas alteraciones de los hechos reales, a través de mentiras que, para tornarlas verdad, son repetidas una y otra vez.

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