La Revolución del ’43: El pasado de Perón como golpista antes de ser presidente
El 4 de junio de 1943, un golpe militar organizado por el GOU puso fin a la «década infame» en Argentina y dio comienzo a una dictadura que cambiaría el rumbo del país. Este levantamiento, además de derrocar al presidente democrático Ramón Castillo, también preparó el terreno para la figura de Juan Domingo Perón.
El fin de la «década infame» y el derrocamiento de Castillo
La Revolución de 1943, un evento importantísimo para la historia argentina aunque muy poco recordado, fue un golpe de Estado que puso fin a la era conocida como la «década infame», caracterizada por el fraude electoral y la corrupción (con gobiernos que mantenían el poder a través de prácticas electorales dudosas). El presidente de por entonces, Ramón Castillo del Partido Demócrata, quien fue el último representante de esta seguidilla de gobiernos, planeaba colocar a Robustiano Patrón Costas como su sucesor en las elecciones presidenciales de ese año.
Sin embargo, esta candidatura recibió una fuerte resistencia de sectores militares y parte de la oposición política, lo que desembocó finalmente en el levantamiento militar del 4 de junio. En esa neblinosa mañana, unos 10 mil soldados de la guarnición de Campo de Mayo marcharon hacia la Casa Rosada en Buenos Aires, y se enfrentaron primero a las fuerzas apostadas en la Escuela de Mecánica de la Armada. Este golpe, liderado por catorce generales, fue en gran parte orquestado por el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), una logia militar surgida entre las segundas líneas del Ejército, que sería liderada por Edelmiro Farrell y Pedro Pablo Ramírez.
El GOU había comenzado a conspirar contra Castillo desde marzo de 1943, con el objetivo de mantener la neutralidad de Argentina en la Segunda Guerra Mundial y prevenir el avance del comunismo, en un contexto en el que crecía la presión internacional para que el país apoyara a las tropas aliadas.
Dentro del GOU se encontraba el coronel Juan Domingo Perón, que tuvo una influencia innegable en el gobierno de facto y en su ascenso, aún cuando para algunos historiadores no haya tenido un rol directo en la insurrección. Lo cierto es que tras el golpe, Perón asumió en octubre de 1943 como jefe del Departamento Nacional de Trabajo, una posición que le permitió tejer alianzas con los sindicatos y promover políticas sociales que lo hicieron popular entre los trabajadores, la base principal del padrón electoral.
Un mes después, fue nombrado secretario de Trabajo, y en febrero de 1944, asumió también como ministro de Guerra. Su capacidad para acumular poder llevó al futuro líder del peronismo a convertirse en vicepresidente del país en julio de ese mismo año bajo el gobierno dictatorial de Edelmiro Farrell. Ya para entonces, Perón demostró tener olfato político al construir una base de apoyo sólida entre los trabajadores, quienes los miraban con reticencia por formar parte de un gobierno fascista.
La influencia de Perón fue creciendo cada vez más y explotó con las masivas manifestaciones del 17 de octubre de 1945, en la que miles de trabajadores exigieron su liberación de la isla Martín García (lo que dio origen al Día de la Lealtad), donde había sido encarcelado por tensiones internas dentro del gobierno militar y la oposición de ciertos sectores al avance sindical que él promovía. Este apoyo popular fue primordial para que el gobierno de facto convocara a elecciones, en las cuales Perón salió elegido presidente, asumiendo el cargo el 4 de junio de 1946, exactamente tres años después del golpe que, paradójicamente, lo colocó en la escena política nacional.
Aunque suele ser eclipsada por la narrativa peronista que la enmarca como una «revolución nacional y popular», la Revolución del ’43 en realidad fue un proceso dictatorial autoritario, que incluyó la disolución de los partidos políticos y purgas de militantes comunistas en los sindicatos y las universidades. Asimismo, sentó las bases para la transformación política y social que seguiría bajo el liderazgo de Perón, quien se convertiría en una figura influyente para la historia de Argentina.
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