Asesinos en películas: la versión de Nahir

Asesinos en películas: la versión de Nahir

El 22 de mayo se estrenó Nahir. Mucho antes de su estreno, cuando ya se sabía que la cinta se estaba filmando, la polémica estaba a la orden del día. Las notas de prensa que anticipaban el estreno recalcaban que Nahir Galarza es la mujer más joven de la Argentina, con 18 años, en recibir prisión perpetua. Si el caso fue seguido por los medios nacionales mientras se llevaba adelante el juicio, lo mismo prometían hacer cuando se estrenara el film.

Lejos de ser este artículo una crítica, la película cumple con lo que promete: hablar de Nahir. Es el relato de lo que la condenada quiere que piensen de ella y quiere que se sepa. Es su versión de los hechos y su alegato de inocencia.

La película fue dirigida por Hernán Guerschuny, y tiene a la actriz Valentina Zenere como Nahir Galarza, en una actuación que la aleja de la chica mala de Soy Luna, y de los papeles de Casi ángeles, y de Élite. Si el lector aún no vio la película y no siguió el caso, es el momento de dejar de leer.

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Sin memoria de Pastorizzo. Nahir no es el relato del crimen de Fernando Pastorizzo, tampoco de la investigación, ni siquiera del juicio por la muerte del joven por dos disparos. Es la historia de una chica que parece haber matado a un novio intermitente y que confiesa todo muy rápido. No hay una exploración de su psique, solo indicios sobre lo que podría haber pasado, y un camino que, sin saber nada de las últimas novedades del caso, se presume si uno vio un par de thrillers.

Vale preguntarse a este punto si con la película se revictimiza a Pastorizzo al no darle chance de mostrar su verdad, vale cuestionarse si se lo muestra como verdaderamente era. La película es de Nahir, dueña del título y del relato, y todo se construye a su alrededor. La idea general es demostrar que ella es parte de presunciones y mentiras, que nadie más que ella tiene la verdad, y esa verdad es que es inocente.

Realidad confusa. Así lo manifestó Nahir en la vida real y así se construye en la película. Y si esa construcción es exitosa, las adolescentes que se acercan a la película, quienes la ven por morbo, quienes no recuerdan demasiado de lo que fue el caso Galarza, puedan salir confiando en ella.

No sería la primera vez que una ficción basada en hechos reales es confundida con la realidad. Pasa con The Crown; existen varios espectadores que lo ven como un relato documental de la vida de la recientemente fallecida reina Isabel II, por más que la corona y los autores se cansen de explicar lo contrario.

El caso de los relatos de crímenes es aún más complejo. El true crime es un género que rompe fronteras, se expande por todas las plataformas y todos los medios. Pueden ser documentales y ficciones. La fascinación por entender la mente criminal apasiona al espectador y Nahir se vuelve una incógnita.

Lo más interesante es que no hay método ni locura, ni son muchos los asesinatos que le caben a la chica de Gualeguaychú, pero es su nombre por el cual se conoce el caso y no el de la víctima. Como si el hecho de ser una culpable mujer le diera más relevancia al crimen. Como pensar en Yiya Murano, la envenenadora, que al matar a varios se consagró en asesina serial y en fenómenos de masas. ¿Alguien recuerda el nombre de alguna de sus víctimas?

Los huecos en el relato se llenan con nuestra imaginación, que suele ser mucho más escabrosa y oscura de lo que queremos admitir. El periodista Osvaldo Aguirre contaba en el libro Enemigos públicos, a propósito del Petiso Orejudo, que la prensa de la época sugería –más que informaba– lo que el perpetrador les hacía a sus víctimas. Frente a la ausencia de detalles, las especulaciones tomaban ese lugar, transformando al depravado en un mito.

Famoso por matar. Las víctimas son personajes necesarios, pero no importan para la historia de los perpetradores. Los asesinos son famosos porque matan, parece obvio mencionarlo, pero así se construye su nombre.

Carlos Eduardo Robledo Puch, El Ángel, llevó adelante doce homicidios y se transformó en leyenda. Parte de nuestra historia se confunde en la memoria de los sub-50, con un presagio de la dictadura, como un crimen horroroso, más los que vendrían después. Pero lo cierto es que la película ni siquiera es la historia de Robledo Puch. El mismo perpetrador se quejó en su momento. Le molestaba que en la película hubiera un costado homosexual en el personaje principal e indicó que la relación con sus padres nunca fue de esa manera. Sin embargo, que los asesinatos fueran tan violentos o sin remordimiento no le despertaron críticas. Porque, una vez más, la ficción sobre un hecho dialoga con la realidad. Sobre todo, si lo que vemos en pantalla nos parece más aceptable.

En el mismo año que se estrenó El Ángel, Lali Esposito estrenaba Acusada. La película cuenta cómo el personaje de Lali, Dolores, decía encontrar muerta a su mejor amiga luego de una fiesta y nadie le creía. A pesar de que el director, Gonzalo Tobal, negara haberse inspirado en un caso real para realizar la película, las semejanzas hicieron que los medios reflotaran un crimen ocurrido en 2007; el de Solange Grabenheimer.

Grabenheimer apareció asesinada en el PH donde vivía con su mejor amiga, Lucila Frend. Una vez más, un crimen dudoso concentra la atención de los medios, ocupa el foco de la sociedad y la Justicia emite sentencia, pero nadie la recuerda. La condena social y la mirada de los medios eran el centro de la película antes que esclarecer quién mato a Camila; tal el nombre de la víctima en la película. Como con Fernando y Nahir, el caso Solange es más conocido por el nombre de Lucila Frend, quien aún hoy es tema de artículos que se preguntan cómo vive a más de diez años de haber sido acusada por el asesinato de su mejor amiga.

Pasajeros de una pesadilla fue una película dirigida por Héctor Ayala en el año 1984, basada en el libro Yo, Pablo Schoklender, editado un año antes. El parricidio perpetrado por los hermanos no es el objeto del film, sino que lo que se encuentra ahí es la mirada de Pablo, las razones que lo llevaron a ser culpable, y, de alguna manera, dejar en claro el clima en el cual vivían en esa casa.

Federico Luppi y Alicia Bruzzo encarnaron a esos padres horribles y disfuncionales que van llevando al límite a una familia, y que aparecen muertos, sin que el asesinato ocurra en cámara, sin que necesariamente los que terminaron presos fueron los perpetradores. Las críticas de la película fueron lapidarias, se habló mucho de la explotación del caso, del intento por desconocer si los hermanos habían sido o no, los responsables del hecho. La película, en fin, era la voz de Pablo y su mirada.

Otros tiempos, otra historia. La diferencia con todos los ejemplos anteriores con la película de Nahir es que este film tiene otro alcance y otros tiempos.Tanto El Ángel como Acusada tuvieron un estreno cinematográfico fuerte. El primero, por la importancia de la historia en nuestra historia, por tener un recorrido en festivales, sin dejar de lado un gran nivel de producción y desarrollo en todas las áreas, desde lo actoral al guión. Y en el caso de la película de Lali, contaba con la actriz y cantante en un papel muy distinto a lo que venía haciendo.

Pero para esos estrenos, las plataformas no dictaban el sentido y la razón del debate público. Nahir es una película de producción directa del streaming. Si bien el Incaa aparece en los títulos, lo que quiere decir es que aportó al film, no que pasó por las pantallas.

Desde su estreno, Nahir estuvo entre lo más visto del país y entre lo más visto de la región. Si en el resto del mundo sabían la historia de Nahir Galarza o no, es una incógnita, o si saben los espectadores que van a ver una película que cuenta el crimen de “la mujer más joven condenada a cadena perpetua en la Argentina”. O incluso si saben que se van a encontrar con una historia que intenta decirnos que no fue ella quien ocasionó la muerte de Pastorizzo, es otra duda que no podemos contestar.

Asesina o damnficada. Nahir está hecha para hablar de ella, para pensar si fue víctima de violencia de género, si fue abusada por algún familiar, si actuó bajo la manipulación de su padre y cargó con un crimen que no cometió. Está hecha para preguntarnos si estamos ante una asesina o una damnificada.

Sin aseverar nada, el director Guerschuny y la producción van sembrando pistas de que no todo lo que sabemos y vimos en la plataforma es así. Pero cabe recordar que, en tiempos de posverdad, el relato es lo que nos queda. Así, la asesina no es fatal y el crimen no es el que nos narraron. Nadie afirma nada y nadie, en la historia, es demasiado importante. Ni el padre encarnado por César Bordón, ni el representante que llega desde Buenos Aires que tiene el cuerpo de Ignacio Gadano. Sino que el centro de todo es Nahir.

No hay una reivindicación, pero hay una duda; esa que penetra por un relato construido desde el permiso de la protagonista. Nadie cuenta el costado de la víctima, nadie pregunta por qué los demás son accesorios en el camino a la, supuesta, revelación final.

La película cumple con una premisa que no sabemos si es involuntaria o planeada. También sabemos que desde la plataforma la estrategia de marketing fue que hablaran los actores, no los creadores. Y nadie le quita mérito a que Zenere cambie su registro dramático y cargue muy bien con ser la asesina de Gualeguaychú, pero esa experiencia no cumple con eso que nos interesa frente a este hecho. No debería sorprendernos que sean adolescentes quienes más se interesaron en este relato. Esos jóvenes consumen TikTok y miraron la historia intentando entender. Después de todo, Galarza está muy cerca de ellos en edad.

Quedará para más adelante la verdad. Quedará para otro momento saber cuánto de la perpetradora o de la víctima hay en pantalla. Quizás en un futuro la consigna de “la mujer más joven condenada a cadena perpetua” agregue alguna otra palabra. “Por error”, “por equivocación”. O simplemente se zanjará la Justicia y todo esto solo sea un relato desde la mirada de la asesina.

*Periodista de cultura y espectáculos.

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