El superávit financiero no hizo que cambie nada para los chicos de Chaco

El superávit financiero no hizo que cambie nada para los chicos de Chaco

El último informe del Observatorio de la Deuda Social de la UCA reveló que el 55,5% de la población argentina es pobre y que el 17,5% es indigente, lo que representa un aumento del 10,8% y del 7,9% en el primer trimestre del año. Pero en lo que se refiere a pobreza crónica las diferencias son notables: en Chaco, Santiago del Estero y Corrientes el nivel es crítico, y muy alto en Salta, Jujuy, Formosa y San Juan. En Catamarca, Mendoza y Entre Ríos el nivel de incidencia es alto, mientras el resto de las provincias están entre moderado y bajo.

El Gobierno nacional no ejecutó partidas vinculadas a la cultura y ajustó otras tantas, una postura que el mismo presidente Javier Milei defendió porque aseguró que el arte no podía financiarse con el hambre de los niños y niñas de Chaco. Pero para los niños, niñas y adolescentes de Chaco nada cambió.

“El 57% experimenta inseguridad alimentaria, el 35% vive en condiciones de hacinamiento, el 90% de las mujeres no tiene controles de salud reproductiva al día y el 97% carece de red de cloacas en su casa. Esta es la realidad con la que trabajamos”, explicaron desde Haciendo Camino a PERFIL.

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La asociación civil se creó en 2006 con el objetivo de mejorar la calidad de vida de niños, niñas y familias en situación de vulnerabilidad del norte argentino. Entre otras cosas acompañan y capacitan a madres de la zona en oficios y en nutrición desde el embarazo. Cuenta con doce centros de desarrollo infantil y fortalecimiento familiar en Santiago del Estero y Chaco, en los que más de 15 mil familias fueron atendidas y 25 mil niños y niñas recibieron controles de crecimiento. En el balance que hacen desde la institución cuentan además que 2 mil mujeres aprendieron un oficio y 3 mil madres fueron asistidas durante sus embarazos.

Haciendo Camino también trabaja en el tema de la nutrición y la educación temprana. Como primera medida, ofrece control nutricional a niños y niñas y un acompañamiento a las familias en temas de salud, economía doméstica y generación de ingresos.

Monte Adentro trabaja desde 2015 en 30 parajes chaqueños, acompaña a más de 700 familias y a 500 niños, niñas y adolescentes, a quienes les brinda apoyo escolar y deportes. También promueve la creación de huertas comunitarias, capacita en oficios y genera emprendimientos locales. Durante este tiempo también construyó 150 cisternas de agua y salas digitales con clases de informática.

“No hay médicos ni médicas en el monte. Las salas de salud suelen carecer de medicamentos básicos. La falta de agua también perjudica fuertemente la seguridad de la vida de niños y niñas”, explicó Juano Chalbaud, director de la asociación, a PERFIL. “Aun así, las familias salen adelante por la capacidad de sacrificio, que hace que todavía muchas recorran kilómetros para buscar agua en algún lugar. Si alguien se enferma, viajan entre 100 y 300 kilómetros para llegar al médico”.

Otra preocupación es la educación. “Hay pocos espacios que formen a los jóvenes para aprovechar los recursos del lugar y desarrollar emprendimientos. Desde hace varios años surgieron los secundarios rurales como una gran posibilidad. Hace falta ahora un nuevo paso: que se pueda orientar la educación hacia el desarrollo local, permitiéndole a los jóvenes reconocer las riquezas de su territorio y cultura y potenciando herramientas y habilidades que les permitan a ellos, si quisieran armar un proyecto de vida en su lugar de origen, poder hacerlo”. Si no, explicó Chalbaud, “en muchos queda la sensación de que después de la escuela el único camino es irse. Lo cual es injusto y hace que toda la sociedad pierda la posibilidad de contar con comunidades que saben vivir en armonía con la naturaleza”.

Aunque la recesión y la actual situación económica afecta, “el monte históricamente está atravesado por una situación de emergencia económica. Por eso muchas veces la crisis no golpea igual en una ciudad que en el monte”, agregó. “Hay que distinguir aquellas comunidades donde las familias tienen su pedacito de tierra, tienen una salvaguarda porque tienen su espacio propio en la naturaleza, su capital desde donde desarrollarse”.

En cambio, “hay comunidades rurales donde tal vez la gente no tiene un pedazo de tierra propio y ahí es más difícil, porque ahí uno ya no depende tanto de sí, sino que depende de la moneda que haga o del ingreso que pueda brindar el Estado. También hay familias que hace años viven en el monte y no se les entrega su título de tierra lo cual aumenta la vulnerabilidad. Si bien la situación se agravó profundamente por la recesión, en el monte siempre la situación fue y es grave”.

Otra cuestión que compromete a las nuevas generaciones es la destrucción del hábitat. “Los desmontes no paran, se aceleran. El impenetrable está desapareciendo. Pero no solo el bosque, sus comunidades están desapareciendo. Y no solo de las comunidades indígenas. Muchas comunidades criollas se encuentran en riesgo de desaparecer por los desmontes”.

El 57% de los chicos de Chaco experimenta inseguridad alimentaria

Pata Pila trabaja desde 2015 en Salta, provincia en la que, según un estudio del Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (IELDE) de la Universidad Nacional de Salta (UNSa) el nivel de pobreza podría acercarse al 65%, mientras la indigencia alcanzaría al 21% de la población.

Desde la ONG realizan acciones como la atención, prevención y seguimiento profesional de la desnutrición en niños menores de 5 años, para lo que cuentan con cinco centros específicos, aunque también realizan visitas a regiones más inaccesibles. La salud no es lo único: también capacitan en oficios y construyen obras de infraestructura (acceso al agua segura, escuelas y espacios comunitarios). Su labor abarca 76 comunidades, en las que consiguieron más de 500 altas definitivas de casos de desnutrición. La fundación se fue extendiendo y ahora actúa en Mendoza, Entre Ríos y Buenos Aires.

“La situación es muy crítica, es un lugar muy pobre y es muy amplio, muy grande. Y obviamente cuando la situación económica del país está peor, también ahí se ve reflejado que a la gente le cuesta todo más, porque los alimentos son mucho más caros”, explicó su fundador, Diego Bustamante, a PERFIL. Pata Pila denunció, junto a otras organizaciones, que cinco niños de la comunidad wichí habían muerto en marzo por desnutrición. “La situación de la muerte de los niños fue hace un mes y es lo mismo que pasa hace 20 años”, agregó.

Según el último informe del Indec, para el segundo semestre de 2023 el 41,7% de la población argentina era pobre. Pero Formosa (46,9%), Gran Resistencia (65%) y Santiago del Estero (53,2%) siempre están por encima del promedio.

En este contexto, el trabajo independiente da algunos frutos. “Creo que el impacto de la presencia de una organización como Pata Pila, en articulación con otras ONG, va mejorando un poco el piso y el nivel de ciertas comunidades: de cómo empiezan a manejarse, a resolver sus problemas. Ni hablar de la cantidad de niños con desnutrición a los que les dimos el alta porque se recuperaron, un montón de cosas que resolvimos en territorio, los pozos de agua que hicimos y demás”, sintetizó Bustamante.

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